domingo, 5 de agosto de 2007

Cenital



No eres sólo uno de ellos. Te han deslumbrado, te han sobrecogido. Es tanta su densidad que te desposeen. Y todo los colores convergen en la luz más virulenta. La que ilumina la hora cenital. La que funde el paisaje y la tierra y los cuerpos y las pasiones. La que te inquiere para que pertenezcas a su plenitud. Has ido a su encuentro, simplemente esperando. En la lentitud del día apenas te has movido. A partir de ahora sabes que ya nada es lo mismo. El recorrido desde aquella primera tensión hasta esta fulgurante disolución te tiene confuso. Y a la vez admirado. Si te palpas no encuentras tus músculos. Si te miras no ves tu contextura. Si tratas de escucharte no hay sonido que salga de lo más profundo de tu vocabulario antiguo. Eres todo ligereza y más allá tu pensamiento se torna áureo. Deseas alcanzar la cima. Ese hábitat que te espera al final de un sendero pajizo. Donde tu ser inquieto y la tierra se fusionan. Donde tus búsquedas y el viento se proyectan. Donde la calma y el deseo pactan tu longevidad.


(Al pintor Mark Rothko, agradecido)



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