miércoles, 18 de julio de 2007
30 monedas, 660 millones $
El relato mítico denominado Evangelio (en cualquier versión de las cuatro) habla de que el protagonista, un tal Emanuel, también Jesús, apodado Maestro, apodado Mesías, apodado Redentor, apodado Cristo, fue traicionado por uno de sus seguidores, por cierto, de máxima confianza, por treinta monedas de plata.
¿Quién ha sido traicionado por el Judas de hoy, encarnado en la Archidiócesis de Los Ángeles, California, a cambio de más de 660 millones de dólares? Porque esto es lo que ha aceptado pagar dicho órgano de la Iglesia Católica, para que no se oyeran públicamente en un juicio los testimonios sobre las 508 demandas de abusos sexuales cometidos por eclesiásticos hace más de treinta años.
Se paga para que no salga a relucir la verdad. Paradojas. ¿No nos iba a hacer libres la Verdad del mensaje evangélico?
Se paga para disimular la quiebra de credibilidad de una Iglesia que se basa precisamente en la Fe como la sublime creencia.
Se paga para que la información en todas sus dimensiones se oculte y se hurte una vez más a los ciudadanos, que son los que tiene el derecho a saber.
Se paga para que la justicia humana, en la que no quieren creer cuando les afecta, no les toque, porque en su elevada soberbia y en su presuntuosa vanidad no podrían soportarlo.
Se paga para lavar responsabilidades a lo Pilatos (¿recuerdan a aquel gobernador romano, eximiéndose de su incumbencia?), y se rehuyepor parte del Episcopado los actos de contrición públicos. ¿Quién osa pedir clarificación y exigir reconocimiento a la Iglesia de las culpas de sus propios ministros?
Se paga para acallar sus actos de la violación de la moralidad, ellos que tanto predican contra las conductas de los ciudadanos libres.
¿Qué más decir? ¿Echamos mano del relato de Mateo, recaudador de tributos, a propósito del escándalo? Dice que dijo en cierta ocasión un Jesucristo colérico: “Al que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen en mi, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo tiraran al mar. ¡Ay del mundo por los escándalos! Es inevitable que haya escándalos; pero ¡hay del hombre por el que venga el escándalo!”
Por lo demás, este libelo malintencionado y demagógico que escribo porque me apetece, sólo trata de aportar un punto de reflexión sobre el mundo de los predicadores y de la falsa ética que les acompaña. Lo cierto es que no es necesario comentar mucho más. Por sus obras los conoceréis, dicen que dijo aquel profeta ya citado, desterrado a los confines de la eternidad para beneficio de las castas surgidas en su nombre. Y está claro que la actitud del Arzobispo de Los Ángeles, California, USA, pagando por el silencio y la ocultación de la verdad es una obra redonda. Diríamos, más bien, que un negocio a la larga redondo.
(Arriba, fotomontaje de Ivan Cap; abajo, fotografía de Richard Mahony, cardenal arzobispo de Los Ángeles)
Sin complejo, Fackel. Hay comportamientos que no se merecen más allá de un panfleto. Está tan clara la ideología y el afán de poder y beneficio que persigue la Iglesia que a estas alturas pocas palabras hay que gastar con ellos. Lo que yo creo es que ya va siendo hora de que el estado español les retire aquí sus ingresos a cargo de los presupuestos y se busquen la vida por los caminos de la Fe, del Espíritu Santo o de sus seguidores. Suena ya a broma pesada cada protesta, oposición rabieta o malcarada de los obispos españoles. Y aunque el objeto de este post tuyo aparentemente va por otros lares, me gustaría saber lo que ha habido en España en materia de inmoralidad sexual por parte de los eclesiásticos.
ResponderEliminarSed comprensivos hermanos. Ellos se sienten parte de la condición humana, a la cual condición pertenece la categoría (mítico-verbal) de lo divino. Por lo tanto, comprended sus flaquezas, admitid sus desengaños, sed compasivos con sus errores, tened piedad con sus salidas de tono, disculpad su falta de proposición de enmienda, sed generosos con sus solicitudes económicas, recrearos en sus bienes muebles, escuchad sus recomendaciones, de las que ellos huyen, etc. etc.
ResponderEliminarQueridos contertulios: ¿qué decir que no haya dicho? Gracias por vuestras ironías. La vida podría -puede- ser sin ellos, pero ponen ese perejil alevosillo que sazona la cocina de la vida social, ¿no?
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