miércoles, 25 de abril de 2007

¿Aprovechas?




La densidad de las últimas horas te ha gastado. Y tu limitada capacidad para soportarla te ha disgustado. Cada vez más fabril, acompasas las horas como parte integrada de la laboriosidad y de la rutina por la que te pagan. Temes una respuesta enfebrecida, un recurso que puede hacer saltar en ti posibilidades y acaso límites. Lineal, cercado, unidireccional, apenas queda en tu personalidad una sombra confusa de aquellos resortes optimistas que hace años permitían que te mantuvieras creativo y vivaracho. Apenas un rastro, recóndito y secreto, para seguir conjugando el verbo soportar y así compaginar lo forzoso con tus ilusiones más íntimas. Te sabes molesto contigo mismo, irritado en tus reacciones, débil en alternativas. El ambiente no se oxigena porque tampoco haces nada por llevar aire a la tarea colectiva. No tienes fuerza ni empeño ni crees en ello. Acaso nadie aporta nada de acuerdo a tus exigencias. Todos os hicisteis ya tan mayores. Percibes una atmósfera cargante, y las otras caras con las que trabajas no te trasladan sino fastidio, desinterés, incomodidad, renuncia. Duro el esfuerzo por el bíblico ganarse el pan, piensas. Sobre todo cuando a la pérdida de fe se suma el abandono del brío y el olvido de los afanes. Sólo persistes, te dejas llevar, aguantas. Esta actitud se ha convertido ya en un pulso interior. Y eso te hace temer sobre manera.

Es en medio de este hatajo de inconveniencias en que te desgarras cada jornada, cuando al anochecer abres Pensar, de Vergílio Ferreira, y encuentras un texto sabio. Pensar se está convirtiendo para ti en otra especie de escritura pessoana, más taxativa, más pragmática, más positiva anímicamente tal vez. Acaso no reúne la espontaneidad, la belleza literaria y el hondo ambiente interior del Libro del desasosiego, pero resulta de otra manera más empírico y contundente, y te puede venir bien. Y ese texto que anotas dice...

Aprovecha la vida mientras sea vida dentro de ti. Aprovecha tu cuerpo mientras seas tú quien vive en él. Aprovecha. Primero tienes más espíritu que cuerpo y dentro de ti hay una convulsión de ideas, una agitación insufrible de proyectos, decisiones, descubrimientos. Después la convulsión se mitiga y empiezas a vivir de las ideas recabadas. Después, poco a poco, vas perdiendo esas ideas o las vas olvidando por tus desvanes. Después, apenas quedan una o dos con las que te vas gobernando. Hasta que por fin, te quedarás sólo con la carcasa de tu cuerpo, sin nada en el interior, mientras las normas municipales esperan a que se abrevie para poderlo tirar a la fosa. Aprovecha tu cuerpo mientras estés dentro de él. Aprovecha mientras estás.



(La fotografía es de la norteamericana Dorothea Lange; te resulta duro y extremadamente atrevido poner de acompañamiento ese rostro y esa mano, a cuyo lado tu vida es jauja; te avergüenzas incluso)

2 comentarios:

  1. Hola, F. Qué modo tan sutil de presentar la trayectoria de la vida tiene este Ferreira. Tiene un particular toque estoico: la clave reside en ese aprovechar (¿será lo mismo que aguantar, resistir, perseverar?) cada momento, entiendo. Porque aprovechar el cuerpo, ¿no es al fin y al cabo aprovechar los tiempos que se nos dan por parte de la naturaleza? Evidente, cuanto mayores somos más cuenta el cuerpo y su capacidad como tal. ¿Será por la reducción de sus límites y posibilidades? Interesante Ferreira. Gracias.

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  2. Desde luego, Zeleste. Es lo oportuno del crecimiento, que funde espacio y tiempo, y lo agota. Saludos.

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