Él dice que le arde la cabeza. Que el día ha sido denso. No sabe si los pensamientos pesan. Sospecha que el volumen de su capacidad craneal apenas admite ya la estupidez del entorno. Se han cruzado miles de fogonazos laboriosos , para qué. No se le oculta que mañana Sísifo subirá de nuevo a la montaña a arrojar la piedra. Ha leído la prensa yacente del mundo, más cerca de la nada. Las noticias llegan preñadas de desesperanza. Eterno pulso de las viejas humanidades que quieren seguir siendo como dioses. Al anochecer los colores ya no son suaves. No son. La electricidad ilumina la escena con dudosos tonos. Cierra los ojos. Bajo los párpados sólo percibe rojos, amarillos, naranjas. Fogosidad y una línea negra desplazando los volúmenes. No hay fronteras bajo las pupilas que le bailan. Sueña con un poema de Eugénio de Andrade, y se abandona...
Homenaje a Mark Rothko
Amarillo, naranja, limón,
después el carmín: todo arde
en la arena
entre las palmeras y el mar -era verano.
Pero en el lugar de tu nombre
la tierra tiene el color del verde
pensativo, que sólo la noche
pastorea suave.
No sirven de nada los cuadros de Rothko si no se llevan dentro de uno misma los colores. Los colores también pesan. A veces aligeran. Y se dimensionan. Y nos sitúan. Introducir la belleza plástica en nuestra vida cotidiana es necesaria. Es como vernos dos veces.
ResponderEliminarQué despliegue de luz y de energía la obra de este pintor. Nunca he visto en directo sus cuadros, pero me siento imantado y tomado literalmente por esas creaciones. Fackel, muy acertado. Me arrancas de los tiempos de tinieblas.
ResponderEliminarHola. Yo también estoy positivamente afectado por esta manera de percibir los colores. Como si estuvieran dentro de uno y Rothko nos los sacara y nos los pusiera delante de los ojos.
ResponderEliminarUn abrazo.