domingo, 15 de octubre de 2006

Las muecas



Se encuentra con una foto perdida. Sugiere un paseo vespertino, o tal vez dominical. De punta en blanco, el trío toma apaciblemente la calle, en un tiempo en que calzada y aceras sólo se delimitaban tenue y geométricamente, no compitiendo. Pudiera decirse que se exhibe, no sólo para el fotógrafo que acechaba en el lugar. Él va haciendo muecas. Era muy propio del niño estar con frecuencia gesticulante, encogiendo los labios, ahuecando los carrillos, moviendo las mandíbulas, enarcando las cejas, despellejándose los padrastros, olisqueándose la piel. Siempre tuvo una relación con su cuerpo muy reclamante, sin conocer nunca la causa de aquella conversación interior de manías y rarezas de las que no se desposeía siquiera para la foto. Acaso fuera la expresión domada de la energía del niño que hoy se llamaría hiperactivo, puesta a prueba por las conductas de los mayores y traducida a actitudes interiorizadas para mantener el orden exigido. Su madre le lleva de la mano con firmeza y él se deja llevar. Su madre riza la elegancia de la mujer adulta, demasiado adulta, que no quiere perder un estilo aparente con el que se siente identificada, que le da sentido y la eleva. No se diría que es la mujer de un empleado, pero esa especie de aire superior digno y medido no lo ejercita para imponerse a nadie, sólo para sentirse reconocida en su majestuosidad galana. Al tomarla del brazo, la sobrina púber la afianza, y con su paso cambiante y su gesto coqueto rompe el paso afín de la madre y del hijo. Él puede ver ahora mismo tras esta fotografía, más allá de ese desfile apacible de una tarde de primavera, un parque, un barquillero, una casa, unos vestidos desparramados por las camas, un frutero, unos tebeos, un botijo, un patio donde juegan las vecinitas. Puede oir los grititos de las niñas cuando él las esconde los zapatos, las levanta las faldas, las quita sus Floritas y sus Pulgarcitos. Puede verse a sí mismo combatiendo nerviosamente el tedio de los veranos, desafiando la siesta de su mayores, jugando a solas, creando personajes con los que parlotea y a los que da órdenes. Apenas reconoce la ciudad de la foto. Cuando los árboles convertían las calles principales en modestas alamedas y la aparición del automóvil era aún ocasional y expectante. Se queda callado. Ve y oye y huele y percibe tantas sensaciones del pasado con la foto entre los dedos que corre peligro de extraviarse en la melancolía. Y al final siempre temiendo la pregunta: si uno era tan aproximadamente feliz entonces, ¿en qué momento y por qué perdió la inocencia? Tal vez porque junto a imágenes y olores y gustos y entretenimientos se iban manifestando otras percepciones en que los roles de la Sagrada Familia empezaban a atosigarlo, a valorarlo fuera del cuento, a otorgarle obligaciones y exigencias cada vez más rigurosas, que a él le llevaba su tiempo asumir...Esto ve también tras la fotografía, aunque de ella esté ausente circunstancialmente el Padre, del que no se puede desprender ni en el recuerdo. Ahora cae en un párrafo que leyó recientemente en las Confesiones, de Rousseau:

"Imagínense ahora un carácter tímido y dócil en la vida corriente, pero altivo e indomable en sus pasiones. Un niño dirigido siempre con la voz de la razón, tratado siempre con dulzura, equidad, benevolencia, extraño todavía a la idea de injusticia..."

Decide parar en seco la lectura y su recordatorio, no quiere ir más lejos. Recordar un poco más le conectaría seguidamente con el conflicto, y no es momento de ir hacia la noche oscura de modo más oscuro. Simplemente se acuerda de la razón intuitiva de unos versos leídos en La casa encendida, de Luis Rosales, aquellos que dicen:

"LA INFANCIA NO NOS VE,

no se mira el espejo en nuestros ojos,

no ha empezado a mirarse,

no ha aprendido a mirarnos aún con la mirada aquélla

de los ojos del hombre..."

5 comentarios:

  1. Ciertamente, es impresionante la fuerza de las fotografías ocultas, las que se descubren cuando ya no se las espera. O la manera de mirarlas nosotros al paso de los años. Las contemplamos ávidos y sorprendidos. Y queremos ver más.

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  2. Preciosa foto y precioso post. Entrañable la forma de contarlo.
    Me ha sonado como un eco de mariposas cuando batían las alas.
    Buenas noches

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  3. Las fotos son siempre algo más que un simple soporte. Yo ya no veo el exterior. Vamos, lo contemplo en el sentido de recordar cómo se vestía, cómo estaba el cuerpo, la ciudad o las sonrisas (en este caso, las muecas)Pero inmediatamente me sumerjo: las capas de la cebolla también funcionan con las fotografías. Las fotos son como las novelas: están ahí, con el paso del tiempo las vemos/ las leemos de distinta manera, siempre percibimos algo nuevo o diferente, a veces totalmente nuevo o totalmente diferente. Magia de la vida. Chocante.

    Gracias por vuestras opiniones.

    Buenas noches.

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  4. La vida nos enseñoa sobreebibir de cualquier manera solo con el sonido de sus mueca empiezo a vila... Tanto sentido tiene el vivir de un sueño eterno y la llave del paso del tiempo la u tienen otros saber superiorizar el abundante tiempo que nos hace recordar los añi. Tambien la crueldad del ser humano es esporosa en el sentido de querer hacernos daños y entoces es cuando en defensa propia nos hacemos daño mutuamente si

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    1. No se entiende bien lo que dices, Anónimo. Puedes decirlo en tu lengua original.

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