domingo, 22 de octubre de 2006

Abogados del diablo


Se pelea esta noche con el teclado. No, combate contra su propia difusión. Quiere creer y no creer. Quiere buscar sin saber por dónde empezar. Quiere habitar otro territorio sin salir del anterior. Es y no es. Todo lo que hojea le parece adverso. Y sin embargo, acaso el camino.

"Me vi al cerrar los ojos:
espacio, espacio
donde estoy y no estoy"

Los versos de Octavio Paz le suenan a aviso. ¿Será la extensión de los sueños el lugar a poblar? Pero ¿qué ve? ¿Un páramo? ¿Un valle fértil? ¿Un manglar? ¿Un bosque? ¿Una urbe hacinada? Cabe esperar de los sueños la revelación. ¿O será simplemente el propio despertar la nueva tierra prometida? Saberse otro día más entre los vivos. Estar.

Esta manera de buscar es también la manera de abrirse camino. Escribe a saltos, a vuelo, a ocurrencia limpia. Son impactos, iluminaciones repentinas, destellos veloces. Este modo fragmentario sirve para colocar señales, sin saber con exactitud qué quiere transmitir. Y de pronto, aparece Roland Barthes como una premonición (que de paso fue también la suya)...

"Escribir por fragmentos: los fragmentos son entonces las piedras sobre el borde del círculo: me explayo en redondo: todo mi pequeño universo está hecho de migajas: en el centro, ¿qué?"

Pero este escribir por piezas inarticuladas, o articuladas por la improvisación, ¿no es la misma base del diario, es decir del blog? ¿O lo que está planteando es avanzar en rigor y en indagación? ¿O lo que está pensando es en adquirir otro cuerpo literario?


No duda de la seducción de las palabras, de la atracción por los temas, de la pasión por el modo en que se relata, se narra, se cuenta. Esa especie de emotividad convertida en razón y creencia le da sentido, le da placer, le refuerza frente a la nada. ¿La nada? ¿Considera toda la realidad exterior como la nada? ¿Hasta ese punto ha falseado los espacios visibles e invisibles, los existentes tangibles y los ficticios? Sí, todo lo demás puede ser la nada si no se la ama. Es más fácil querer lo irreal, lo imaginario, lo reconducido a la pared del fondo de la cueva. La realidad exterior es siempre tan dura...Y entonces llega Comte-Sponville, el filósofo, y le destroza:


"Los libros no valen más que en la medida en que nos enseñan a amar; por eso algunas obras maestras son irreemplazables, y por eso tantos libros no valen nada -¡y las novelas de amor, salvo excepciones, menos aún!-. Eso es una novela, se dice a veces, cuando se quiere decir: eso es una sarta de necedades y de mentiras. Pues sí, la mayoría de las novelas no son más que una novela, Tengo algo mejor que hacer: tengo algo mejor que vivir. Lo más urgente es dejar de mentirse. La verdadera vida no es la literatura: la verdadera vida es la vida verdadera"


Y aunque sabe que es un juego sofista y francés (ni Comte-Sponville se lo cree) cree captar la intención.


Esta noche tiene un pulso consigo mismo, que es también con esos abogados del diablo que pueden deconstruirle ilusiones. ¿O no hay como ver del revés las cosas para saber si tienen sentido todavía?


(Las fotografías son de la mejicana Tina Modotti y del alemán Karl Blossfeldt; el dibujo, del británico Aubrey Beardsley)

3 comentarios:

  1. El hombre del que hablas, ¿no sabe por dónde tirar? Yo creo que ya lo está haciendo, pero ¿se pregunta porque se encuentra perdido y flaquea, o porque trata de desbrozar los obstáculos? Hay tantos abogados del diablo con nombres y apellidos, pero es interesar traerlos aquí, para que comprobemos que antes de nosotros muchos nos precedieron en el signo del escepticismo y de los replanteamientos. Te apoyo, Fackel.

    ResponderEliminar
  2. Ah por cierto: muy acertado con elegir la máquina de la Modotti y esa especie de planta "tan fragmentaria", aunque más bien parece la madre de todos los fragmentos. Bien.

    ResponderEliminar
  3. ¿Y cuando el abogado del diablo es uno mismo?
    Poner piedras únicamente en los bordes no es exactamente construir es delimitar, marcar, pero ya es algo
    Un saludo

    ResponderEliminar