martes, 19 de septiembre de 2006

No morir


...hay personajes en nuestra vidas que resisten, no saben ya hacer otra cosa que resistir y contemplar el cielo y los árboles mutantes por las cuatro estaciones. Ah, no es verdad, saben también evocar, soñar en que una vez tuvieron una madre y que la tierra era húmeda y que las ovejas parían y se las ordeñaba. Personajes con una capacidad de adaptación tal que la vivieron como aventura. Tal vez su vida fue novedad por eso mismo, porque nunca nada fue de igual manera, porque los cambios formaban parte de aquella supervivencia, un intenso y tenaz objetivo por superar los malos tiempos, allá cuando el esfuerzo se premiaba con pequeñas conquistas materiales y la dignidad era una actitud reconocida, y la ilusión no dependía de una posesión obsesa de los objetos, y la calma existía, a pesar de la tierra dura. Hay personajes que viven todavía, desapercibidos y silenciosos, que parecen expulsados antes de tiempo de este mundo, que hablan ya poco, que apenas pontifican, que ya no dan consejos ni se imponen, que vuelan en recuerdos y se sienten perplejos por haber llegado a viejos, y ponen cara de sorpresa cuando quitan cada hoja del calendario...


El poeta norteamericano Mark Strand tiene un hermoso poema titulado NO MORIR que no puedo evitar trasladarlo aquí:

ESTAS arrugas no son nada.
Estos pelos grises no son nada.
Este vientre descolgado
de vieja comida, estos henchidos
y amoratados tobillos,
mi oscurecido cerebro,
no son nada.
Soy el mismo muchacho
a quien su madre besaba.

Los años nada cambian.
En las noches tranquilas de verano
siento aquellos besos
resbalar de sus oscuros,
distantes labios.
En invierno vagan
sobre escarchados pinos
y llegan cubiertos de nieve.
Ellos me mantienen joven.

Mi pasión por la leche
sigue incontrolable.
Me empuja la inocencia.
Gateo de la cama a la silla
y vuelvo a regresar.
No moriré.

La más grave consecuencia
y prueba de mi nacimiento, mi cuerpo,
recuerda, rechaza y permanece.

4 comentarios:

  1. Esas cejas largas, esas orejas crecidas, la mirada inerte, los huesos transparentes sobre la piel manchada, la nariz afilada. Todos esos rasgos los he visto más veces. Me son dolorosos. Es la vejez. La inexorable vejez.
    Precioso poema.
    Buenas noches

    ResponderEliminar
  2. Y la digna vejez. Porque estar viejos, demacrados y ajados no supone merma de la dignidad. En unos tiempos en que el culto al cuerpo revela un mantenimiento dudoso y aparente de éste, excesivo y a veces patéticamente ficticio, tal pareciera que nuestros ancianos fueran ya deshecho. Y no, estos resistentes se crececn en su propia estupefacción. Y rezuman una aureola de saber estar y una actitud de calma que no encontramos en otras edades. Gracias, Olvido, por tu sensibilidad en el tema.

    ResponderEliminar
  3. Cuando se es, se es.

    Allí está el hombre, mirando al objetivo. Dice: ¡aquí estoy yo!

    Él habla, yo escucho. Él mira, yo le miro a él.

    Nunca me verá, pero su mirada abarca más de lo que yo he visto.
    Nunca conoceré su voz, pero sí su gesto sereno, el que me ha llevado a dejar este comentario.

    Belleza en estado vivo, Fackel.

    (Ya ves, veo las buenas películas y leo los buenos textos mucho tiempo después de sus publicaciones)

    Serenidad.

    ResponderEliminar
  4. Uf, gracias, Sagar, me toca hondo tu comentario por lo que me concierne. Lee estos textos que tienen que ver con "No morir" y van seguidos, búscalos...

    domingo, diciembre 10, 2006
    El viaje

    lunes, diciembre 11, 2006
    Salud y sueño

    martes, diciembre 12, 2006
    De punta en blanco

    miércoles, diciembre 13, 2006
    El árbol vive

    ResponderEliminar