jueves, 24 de agosto de 2006

Strand, ora pro Baalbek




El hombre del diario anota lo que se mueve entre su mente y el caos. Tendría que decir entre su mundo interior y el mundo exterior, pero sería tan perogrullesco como inútil mencionarlo así. Porque lo que bulle en la mente de uno es siempre una concatenación de estímulos, cuando no de abandonos. Y encima la memoria, esa larga mano que opera con un bumerán cifrado de misterios y de búsquedas.

El hombre del diario ha visitado en algunas ocasiones la fabulosa Baalbek, otrora insignia imperial romana y lugar turístico en estos tiempos. Siempre le pareció un complejo de ruinas admirable adscrito a una ciudad libanesa discreta y apacible. Hoy el hombre se sobrecoge. No sabe muy bien cómo habrán quedado las dos Baalbek tras la última aventura impune del Estado de Israel. No sabe si estarán enteras o no las piedras de los templos y de las calles (redundando: ¿pueden estar más ruinosas unas ruinas?)

La incuria de la historia (eufemismo usado para englobar arrasamientos, destrucciones, alejamientos y olvidos varios, con agentes directos con nombres y apellidos causantes de los desmanes) no le recuerda siempre a uno aquello de "Estos campos, Flavio, que ves aquí...", porque no se trata de algo meramente pastoril y con nostalgia bucólica. En Baalbek y otras ciudades libanesas huele aún la carne quemada, se filtra el humo de los edificios incendiados y las gentes se quedan perplejas ante las pérdidas y humilladas por las ofensas.

Y entonces, el hombre del diario, que anda leyendo estos días los poemas de Mark Strand, da con uno que se titula UN VIEJO SE DESPIERTA EN SU PROPIA MUERTE, y piensa que ese viejo del poema bien podría tratarse de una ciudad en ruinas: un hombre y una ciudad en ruinas comparten la vejez, o bien ese paso más acá y más allá de la muerte llamado intemporalidad.

"Éste es el lugar que me ofrecieron

cuando fui a dormirme,

el que me arrebataron cuando desperté.

Éste es el lugar ignorado por todos,

donde los nombres de las estrellas y los barcos

vagan fuera de todo alcance.

Las montañas no son más las montañas;

El sol no es el sol.

Uno tiende a olvidar cómo era;

me veo a mi mismo y veo

un fulgor de tinieblas en mi frente.

Una vez yo fui todo, una vez yo fui joven...

Como si eso importara ahora

y tú pudieras escucharme

y el tiempo de ese lugar pudiera detenerse."

Como una oración laica por Baalbek, la nueva y la de siempre.

2 comentarios:

  1. Es sorprendente. La primera vez que yo oí hablar de Baalbek fue hace muchísimo tiempo en un programa nocturno de una emisora EAJ-no-sé-qué que se titulaba Peter Gay o algo así y hacía una serie de disquisiciones sobre extraterrestres que habían levantado aquellos templos. La emisión atrapaba y mira por dónde ahora resulta que ni los extraterrestres ni Dios ni Alá han protegido a los lugareños de la furia de los israelíes. ¿Será porque estos son el "pueblo elegido"?

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  2. Interesante tu aportación, Sebastián. Da un poco miedo oir esa especie de crítica sobre el "pueblo elegido" (el Estado de Israel se aprovecha de su pasado victimista para tildar a todos los críticos con su política de antisemitas) Pero yo te entiendo y no te corrijo. Que corrijan ellos.

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