No puedo negarte, Cao, que siempre me han atraído las obras públicas. Sean caminos o casas, acequias o pantanos creo que cualquier tipo de obra representa el lado constructivo de la aventura humana. Porque además de responder a la utilidad necesaria se pueden ejecutar de manera armoniosa y estética. Pero Xiao, antes decías que lo negativo, lo destructor, estaba arraigado en el alma de los hombres con más relieve que lo que es edificante. En bastantes ocasiones, Cao, piensa que ambas actitudes, crear y derribar, son pulsiones de las que no nos libramos ni individualmente ni en una reacción colectiva. Además, hay tiempos de la historia en que los hombres parece que nos inclináramos más por levantar y beneficiarnos de una tarea de paz y otros tiempos en que un comportamiento belicista nos pone en riesgo tanto a quienes lleven la iniciativa como a quienes sean víctimas de esa determinación. Xiao, ¿toda guerra es justa? Toda guerra es injusta por naturaleza, Cao, aunque no creo que guerra y paz repondan a criterio moral alguno, pues los contendientes opuestos de hecho se amparan en justificarla el uno contra el otro de igual manera. Pero sin embargo todo el mundo vive preparándose para ella. ¿No es una contradicción que puede llevar a desenlaces desastrosos, Xiao? Lo es, lo ha sido siempre, pero el belicismo no nos puede tomar nunca por sorpresa. Ya dijo aquel ancestral pero siempre vigente Sun Tzu, y habrás oído hablar de él, que toda guerra se basa en el engaño. Por eso, cuando seas capaz, finge incapacidad; cuando estés activo, inactividad. Cuando estés cerca, aparenta lejos; si estás lejos, que estás cerca. Y el engaño, la extensión de la mentira en general, la manipulación para influir y condicionar la opinión social, ya se produce antes de llegar al enfrentamiento. ¿Quieres decir, Xiao, que quienes se organizan para la guerra y en un determinado momento entran en ella primero están llevando una guerra interior, contra el mismo pueblo al que dicen que van a defender? Saca tus propias conclusiones, Cao, y aprende a preservarte de quienes dicen que con las armas obrarán por tu bien.
* Fotografía de Leni Riefenstahl
Alguien nos quiere engañar, eso es la mentira. Solo que si el que te engaña es de los tuyos, duele más, mucho más.
ResponderEliminarSaludos.
Por supuesto, y más si has confiado en exceso en él.
EliminarMienten, todos mienten. Y las víctimas siempre pierden.
ResponderEliminarNo, no es falso que la mentira haya campado toda la vida y que haya contribuido a tantos triunfos inmerecidos, con un precio alto para las víctimas. Lo vemos diariamente incluso a miles de kilómetros.
EliminarLas guerras comienzan mucho tiempo antes de que se dispare la primera bala y poco después de que se dispare la última, de la anterior.
ResponderEliminarLa paz, solo es un tiempo que sirve para separar contiendas.
Es una constante, porque es la expresión permanente del conflicto entre humanos. La paz siempre es engañosa y limitada, aun cuando para algunos dure durante ciertos períodos que pareciera van a existir siempre. Y ya sabes, la paz de que disfrutamos unos está construida sobre la desgracia y la explotación, con su secuela de conflictos, de muchos otros.
EliminarNi todos mienten, ni todos roban, pero haberlos haylos.
ResponderEliminarPor supuesto que no todos lo hacen de modo permanente, pero en todos está la opción de hacerlo. El robo es algo muy vinculado a la mentira, al engaño, a la desfigueración de la realidad.
EliminarLas guerras empezaron cuando un simio se puso de pie y agredió a otro simio que aún no lo había conseguido.
ResponderEliminarEn la Historia de los simios, puede que sí. Las guerras no son solo la reacción del instinto agresivo sino un acontecimiento cultural, una invención muy humana.
EliminarEs que la reacción del simio no es solo agresividad, sino demostración de poder. Igual que ahora.
EliminarEl poder, siempre el poder, como vehículo y a la vez objetivo, tan desarrollado de manera sofisticada en nuestra especie.
EliminarEl que mejor finge, o el que grita más alto, o que hace más películas, se queda con el triunfo, casi siempre.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Pero son triunfos muy efímeros también, José. Y he visto a muchos de estos con aspecto más senil que el menda.
EliminarQuizá si se eligieran los cargos entre personas con un cociente intelectual aceptable sería más difícil que ocurrieran cosas así, pues es de poca inteligencia creer que no van a salir a flote tarde o temprano corrupciones tan burdas y, aunque fuera por temor a ser descubiertos, se guardarían las ganas de enriquecimiento.
ResponderEliminarSon burdos, cualquier delincuente lo es, pensar que no les van a pillar es de necios total. Supongo que la existencia del Derecho y por extensión de ese invento de las civilizaciones humanas llamado Justicia (relativo, por supuesto) y todas las leyes que punen está para disuadir como poco.Tal vez sin estos mecanismos sería más salvaje la corrupción, pero ya sabes, el dinero, el enriquecimiento, es un señuelo que nios ataca al más humilde de los siervos. Me gusta este leve debate.
EliminarRepito comentario, por cierto... De una forma u otra, todos estamos en lo mismo: los hechos que nos abruman.
ResponderEliminarY lo del cociente intelectual, aparte de que sería acaso segregacionista, no lo veo, ¿no sería mejor exigir un coeficiente moral, una ética de la honradez? Claro que se puede engañar. La honestidad solo se comprueba a posteriori, ¿no?
EliminarFáckel:
ResponderEliminarsupongo que la guerra es avaricia y se vale del engaño para justificarse.
Salu2.
Si solo fuera avaricia. La guerra se engendra en los presuntos tiempos de paz. Piensa en ello.
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