Siempre he tenido precaución para no hacerme amante de ninguna pianista. La contextura delicada que ofrece la imagen de algunas de ellas me ha inducido a sujetar la tentación. También me retraigo cuando las observo tan concentradas y ausentes. Y qué decir de sus repentinas fugas, como si fuesen reclamadas de pronto por alguna inspiración tonal. O quién sabe si solicitadas por un lejano compositor cuya pasión leen en sus partituras. Me frena incluso el proceder de unos labios que susurran a veces notas, si no arpegios, en lugar de las palabras lógicas a emplear en un diálogo. Pero lo que más me ha impactado siempre, y supone para mí un obstáculo, es la aparente fragilidad de sus dedos. Sobre todo el pavor que me invade imaginando que un simple ejercicio de tacto sobre ellos pueda causar daño.
En realidad todas estas deducciones obsesivas me vienen desde aquella relación, si puede llamarse así, con una avezada alumna de piano. Ella gustaba de mi cercanía pero a su vez trazaba habitualmente una línea que no debía sobrepasar. Tienes que venir a mi terreno, no ir yo al tuyo, decía apresurándose a dejar claro que era ella la que iba a imponer las normas. Me enseñó a apreciar su cuerpo, en una época de mi vida que ansiaba poseerlo, sugiriéndome que lo tratara con reverencia. Tócame con la mirada, me proponía para mayor desconcierto. Y aunque aquel método me causaba desasosiego y ansiedad, yo cedía y la gratificaba visualizando cada espacio y en cada movimiento. Describe con palabras sugerentes cuanto percibas de mi cuerpo, era otra de sus sugerencias, y aquel mandato desataba en mí una sintaxis oral fluida e imaginativa. Acaríciame como si sintieras en tus manos el cristal de Murano, me decía. Yo, que en mi vida había rozado ni sabía qué era el cristal de Murano, imaginaba la propiedad fría del vidrio, mientras quedaba confundido por el calor que desalojaba el cuerpo estilizado y menudo de la joven. No sé en qué momento cometí la imprudencia de tomar la iniciativa, disponiéndome a besar sus manos. No, saltó taxativa. No puedes besar los dedos de una pianista, no te pertenecen, ni siquiera son del todo míos. Mis dedos deben permanecer fieles a otro amor.
Aquella relación etérea y temerosa, que entonces me pareció un fracaso, a la larga fue de agradecer. Todavía considero tal aprendizaje fugaz un incentivo para la cotidianidad amorosa del presente. Pero jamás he vuelto a acercarme a una pianista para proponerla nada que no esté vinculado a la interpretación musical.
(Imagen de Isabelle Huppert, no sé si en el filme La pianista)
Un tema delicado, hay que ir con tiento y siempre afinado ( para no desentonar).
ResponderEliminarA simple vista parece el título de un tema de los 60, como aquel de "Nunca te cases con un ferroviario", más prosaico sin duda.
Un saludo.
Es que uno no se quita el chip de los 60 y ni el de los 70, tan próximos pero tan diferentes ya. Bueno, el titular más que un imperativo es una sugerencia, ¿o acaso sí es un mandato? Gracias, Cayetano.
EliminarParece más un mandato, no vayas a estropear esos dedos que tocan notas y esos labios que suspiran arpegios. Contemplar y escuchar, pero en la distancia.
ResponderEliminarEn una casa donde me llevaron de visita mis padres había multitud de pequeños objetos que recaban mi atención, y por lo tanto, la posibilidad de echar mano para tocarlos. Lo primero que me dijo la señora de la casa: se tocan con los ojos y se miran con las manos. No lo entendí del todo pero me controlaron para que siguiera el mandato, ¿o solo fue una sugerencia?
EliminarFue algo más que una sugerencia.
EliminarPues la tuve en cuenta, el control directo era atosigante, y yo tan curioso...
EliminarOs pianistas são humanos como todos... Com as suas fragilidades e paixões...Talvez vivam a vida de acordo com as paixões dos compositores ou isso só aconteça no palco e tudo o que desejem depois seja ser apreciado como o ser humano que é.
ResponderEliminarInteressante como sempre...
Beijos e abraços
Marta
Seguro que sí, personajes tan controladores de su interpretación no dejan de tener una otra vida privada paralela a la música y con resultados satisfactorios en su sociabilidad. Pero aquella alumna, ay aquella alumna...
EliminarA mi me gustan más las baterías (o bateristas; como prefieras). Abundan menos, son más "contundentes" y le dan al bombo que no veas...
ResponderEliminarEso sí, cuando ensayan, hacen un ruido insoportable. Pero, por si alguien lo pone en duda, suelen dejar las baquetas, cuando hacen el amor y sus orgasmos son con redoble sobre el plato mayor.
O acaso todo lo contrario, para compensar el bullicio del ritmo afrodisíaco de la batería.
EliminarLa verdad que no conozco a ningún pianista, ni hombre ni mujer, sí a personas que a veces tocan el piano, recuerdo de una juventud guiada por pasiones de padres más que por vocación auténtica. En todo caso esa idea de que una pianista nunca puede darse del todo porque no se pertenece ni a si misma plenamente es evocadora de un mundo de pasiones del que el común de los mortales está (estamos) vetado(s). Gracias.
ResponderEliminarEs cierto eso que dices: el capricho de los padres han inducido a tocar a jóvenes que no tenían mucho talento, y duró el ejercicio lo que duró, pero al menos algunos, en los casos que conozco, se han defendido bien para un entretenimiento más cercano y nada profesional, con la guitarra, el violoncello o un clarinete. Todo quedó atrás al sobrepasar las edades juveniles. El tema de una pianista -o en general un intérprete cualquiera- que no se pertenece, como dices, es poco abundante, la mayoría hace vida ordinaria, pero eso sí, agitada por la dedicación. Algunos casos eran diferentes, pienso en Glenn Gould, por ejemplo.
EliminarBuenos días, Fackel, un relato sugerente, una relación formada más por un trio que por una pareja. Por lo menos quedo el recuerdo y un aprendizaje que nunca esta de más.
ResponderEliminarUn saludo.
Los caminos de los aprendizajes -musicales o pasionales- son inescrutables, pero hay que arriesgar en ellos, ¿no crees?
EliminarNo hay nada tan complicado como tocar a cuatro manos...
ResponderEliminarSalut
Pues en materia pianística es de lo más interesante, pero la coordinación debe ser intachable, supongo que nada sencillo.
EliminarUna historia de amor interesante de las que no se olvidan. Tocar con la mirada se puede y la pianista bien lo sabe...
ResponderEliminarTodavía no he visto la película aunque no sé si la veré el libro me gusto mucho y cuando así ocurre me cuesta ver la película.
Una maravilla de texto, Fackel.
Un abrazo.
La mirada es un sentido que cumple su función, incluso es un sentido que hace de avanzadilla, es como si preparara el terreno, como el despliegue de las fuerzas armadas en una frontera, y su recibe el refuerzo del otro sentido que es el verbal, ni te cuento. Sin ellos la artillería pesada sería pura mantequilla.
EliminarLa Huppert, además de una intérprete extraordinaria y con muchos recursos, es sumamente apasionante. Pero el texto no tiene nada que ver ni con ella ni con el filme. Gracias por la lectura, Rita.
Hay textos que no se pueden comentar.La riqueza natural del castellano hay que dejarla fluir al andar
ResponderEliminarEl castellano es un río cuyo curso lleva siglos y para algunos como yo es una verdadera pasión, aunque no siempre sepa ser consecuente con su riqueza.
EliminarLos dedos de los pianistas son lo mejores, tienen fuerza, lomgitud, sensibilidad, y sobre todo sinfonía. Prefiero verles tocar, pero me encantan que me toquen, sacando lso sonidos y lso silencios de mi piel. Yo sí amo a los pianistas, :-), ya ves
ResponderEliminarUn abrazo
Y cualquiera puede dejarse ser un excelente piano si un/una pianista avezado/a interpreta las composiciones más improvisadas y no escritas, ¿verdad?
EliminarQue bela sintaxe há neste texto. Há um diapasão às escondidas afinando as notas para que surja este texto bem concatenado como se fosse um concerto.
ResponderEliminarUn saludo,
Hay un diapasón, sí, interesante metáfora, pero cuántas veces no somos los seres humanos los que lo trasportamos interiormente y probamos con él si la composición que se nos brinda va a estar afinada...Saúde.
EliminarConozco a una pianista local que toca de maravilla, especialmente si le pone corazón. Tiene mucha técnica y se mueve entre las teclas como pez en el agua pero para mi sus mejores obras son las improvisadas, cuando le pone alma.
ResponderEliminarLa música y sus intérpretes a veces no parecen de este mundo, en ocasiones hay algo sutil, algo que encierra cierto misterio.
Besos.
Quien más o quien menos de los intérpretes con cualquier instrumento vuelcan su alma y están concentrados y pendientes, pero hay algo en una pianista que te hace ver que ha entrado en otro mundo, aunque puede que también suceda con una violonchelista, por ejemplo. La interpretación solista tiene un plus y nos atrapa.
EliminarEl relato es magnífico, como siempre. Fluido, dinámico y sugerente.
ResponderEliminarComo este relato no va de música, sino de atracción y amores, lo que digo en este comentario tiene mucho de sentido figurado o doble sentido.
Nunca me he fijado en la fragilidad de los dedos de una pianista, pero siempre he dado por hecho que saben dónde está la tecla adecuada, pues su labor se desarrolla entre bemoles y sostenidos; y, al igual que en la música, hay conversaciones o aproximaciones en el terreno del amor y de la conquista "subidas de tono" y otras con "bajadas de tono"... Supongo que es cuestión de dar con la tecla adecuada...
En cuanto a lo que relatas en el segundo párrafo de la experiencia con esa alumna de piano partidaria de una relación con más fronteras que el mapamundi... Con esa propuesta de relación que podría resumirse en: "Se mira, pero no se toca"... Una relación proclive al desarrollo de la vista más que al desarrollo del tacto... Pero, dicho sea a sensu contrario del famoso dicho: sin roce "no hay cariño"... Parece ser que en este caso no se cumplió el dicho, paciencia mediante, de que "piano, piano, se va lontano"...
Es que en esa relación la única que tocaba era ella (el piano), tal vez por eso sus dedos pertenecían (intuyo) a ese amor musical que nacía del roce de esos dedos con la sonrisa abierta del piano...
De todas las experiencias se saca conocimiento; y, a veces, los aparentes o ciertos fracasos son las lecciones más importantes de la vida... Pero nunca se puede decir: de esta pianista no "beberé" el amor de los días, pues puede ser que alguna de ellas, en un Re# consiga dar con la tecla adecuada de un corazón con ganas de amar...
Abrazo
Comentario impecable el tuyo, has sabido captar cada paso del texto. Lo de las teclas, sean de piano o de cualquier movimiento de la vida, es cuestión en parte de aptitud y en parte de ejercicio constante. Por supuesto, el resultado nunca es el mismo en quienes predomine más un elemento u otro. Pero si confluyen ambos -predisposición innata y ejercitación- el efecto puede ser grandioso. Muchos tocan el piano pero pocos son magistrales, y con esto no quito valor a cualquier plano de pianista.
EliminarY sobre las fronteras...¿Quién te dice que poner fronteras no responde tanto a miedo como a un proceder más tentador e imaginativo? Aquella alumna daba una impresión pero perseguía otro resultado, pero siempre piano piano (nunca mejor dicho) Y de los dichos no te fíes, que siempre responden a intereses, incluso espurios y retorcidos. El combate amoroso arriesga siempre la sublimación que previamente tiene cada uno en su mente. Y las experiencias anteriores, y las limitaciones, y los miedos, así mejor dejarse llevar, algo que solo el tiempo y la experiencia conceden.
Tu párrafo último es tan acertado...
Muy interesante tu hipótesis. La pianista que solo se entrega al piano y a la música. La pianista que está casada con su religión de pianista. Pero ¿eso existe? Pues... es posible. Mi tía (que ya murió hace cuatro años con 98 años) fue pianista profesional. Se casó y tuvo dos hijas, pero nunca hizo demasiado caso a su marido ni a sus hijas. Lo suyo fueron las partituras. Acompañaba a cantantes de ópera. En fin... que podría ser.
ResponderEliminarEn cambio... si tocas el piano pero no es tu religión ni tu obsesión entonces no te aísla de las pasiones amorosas.
Todo acto llevado hasta el paroxismo es como una especie de acto amoroso que llega hasta a suplantar al amor.
En los años 60 y hasta que murió el dictador en 1975, las pasiones eróticas estaban muy mal vistas. Después las cosas fueron cambiando.
Hay personas que están consagradas a una dedicación de manera profunda e intensa, aunque mantengan otro plano de relaciones, convenciones y cumplimientos más o menos obligados. La tarea intelectual y la artística, en personas que saben sacar jugo de ellas, son muy determinantes y clave en la personalidad y razón y sentido de vida de muchas personas. Lo otro, más secundario, que no quiere decir falso ni inútil, por supuesto.
Eliminar"Todo acto llevado hasta el paroxismo es como una especie de acto amoroso que llega hasta a suplantar al amor." Genial. Pero suplantar al amor no es nada difícil. Las abstracciones son suplantadas con facilidad, suelen caer por sí mismas.
En aquella otra época trágica de España no se explicitaba la pasión -ni la amorosa ni otras- porque ya se encargaba la vigilante hipócrita de la fe y las conductas morales ajenas de reprimirlas, con ayuda de un estado totalitario. Incluso esa institución negativa sembró y recogió los frutos de sus prohibiciones, no más hay que ver la pederastia masiva que sale a relucir ahora o la apropiación indebida de bienes no propios. Ay, de los mandamientos judeocristianos aquellos, ¿para qué sirvieron sino para mantener el estatus la entidad y someter las mentes? Porque ellos estaban fuera de ser consecuentes. Sepulcros blanqueados, les habría llamado su profeta favorito de haber existido más allá de la literatura y el dogma.
Buen aprendizaje, aunque se entiende la frustración del momento. Eso de "mírame, pero no me toques" suele ser propio de grandes egos manipuladores. Aunque tal vez haya excepciones. Siempre es un gusto leerte.
ResponderEliminarLos egos tienen su sistema particular, no es más poderoso, acaso es inducido por sus propios miedos. Quien manipula teme todo. Yo creo que en este caso el dictado de comportamiento que exigía se debatía entre experiencias temerosas anteriores y truco para someter al nuevo partenaire. Ve a saber. Pero como juego, todo vale. Naturalmente, los jugadores deben ser conscientes de lo que arriesgan.
EliminarCreo que esas cualidades atribuidas a las pianistas tienen más de incentivadoras, que motivos de mantenerse lejos.
ResponderEliminarY si esa pianista deseaba que el narrador entrara a su terreno, era para hacerlo. Y parece que fue lo que sucedió.
Toda una experiencia con un vital aprendizaje, a pesar de la rutptura.
Tal vez debería dejar de lado el temor. Aprovechando la oportnuidad que pueda presentarse, con una pianista. Aunque tal vez prefiera a las cantantes recostadas sugestivamente sobre un piano. O las ejecutantes de otros instrumentos.
Saludos.
Una pianista puede dejar que un hombre ajeno entre en su terreno personal, salvo en el de las relaciones de ella con su piano y su interpretación. Ahí seguro que no deja entrar ni a los críticos.
EliminarEn algún punto más parece un juego erótico. Ni siquiera conozco a algún pianista, apenas los he visto en videos pero suelen estar en posturas diría incómodas y se notan esos arrebatos tipo "fugas" dijeras vos. Pero a mi ver son como poses y ademanes que acompañan eso pasional .Tal vez la búsqueda de la perfección le impida tomarse el tiempo de disfrutar de lo que implica una relación de piel y bueh, a usar la imaginación!! Menos mal que la dejaste ir porque el ego de los artistas se alimenta del tiempo que perdemos en darnos cuenta que ya estáaaaaa. Jjajajja. Un abrazo Fackel.
ResponderEliminarPosturas incómodas, más o menos adaptadas, cada pianista sabe. Naturalmente nadie como Glenn Gould batió el récord de machacar su espalda sobre el piano. Llevaba una silla propia pero aun y todo las posturas que vemos en vídeos de interpretación suyos no las quisiera para mí ante el ordenador, y a veces uno se despista.
EliminarSobre el ego de los artistas -altivo, de más allá del bien y del mal- lo soporto poco. Puedo disculparlos cuando veo sus actuaciones, pero tratándolos, sobre todo a los actores, es insufrible, salvo excepciones. Salutem para ti y Montevideo.
Que interesante ... ahora que lo pienso es difícil soltar el ego y eso claramente debe ser difícil si uno se relaciona con una pianista, con una pintora, con alguien que tiene un don o talento y que quizá pues esté muy evolucionado y sobre todo acostumbrado a los halagos... no lo sé de cierto en si mismo ya es complicado el amor, la vida....
ResponderEliminarse corren riesgos y bueno, a veces la oportunidad se presenta pero si tienes claro no acercarte, no sé yo diría que no te niegues a enamorarte de una cocinera :)
Si el ego nos acompaña a los más peatonales imagina lo que es o debe ser para quienes se sienten estrellas de algún arte e interpretación. Una cocinera por ser más próxima ¿es más fácil de garantizar un acceso sentimental a ella? Clatro, cuestión de clase social o de ámbito profesional o de vuelo de la vida, quién sabe. Encantado de verte por aquí, Jo.
Eliminar"Tócame con la mirada" i "Mis dedos deben permanecer fieles a otro amor": quin caràcter aquesta dona!
ResponderEliminar¡Total!
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