Are you who they say you are? No me lo puedo creer, pero parece que eres quien dicen que eres. Se acabaron tus fotos para el periódico francés. O, más bien, para la causa de la resistencia española.
Ha sido mala suerte, escucho al camillero de habla gangosa. No recuerdo cómo se llama este hombre. Tampoco retengo muy bien los nombres españoles. Miro este cuerpo inerte. Algo de su estado crítico me toca. Si yo fuera demiurgo le devolvería el aliento. Ella y su empeño en hacer fotografías de la guerra, dice el sanitario con mal humor. Más peligro que para nosotros, que al menos intuimos a tiempo cuándo debemos parapetarnos. ¿La conocía? No sé si le respondo sí o no, o si ni siquiera le respondo, pero al ver el rostro de la mujer me estremezco. Me enfado. Sí, es ella, me digo. Qué absurdo.
Poned aquí a la periodista, pido a los de Sanidad. No quiero saber ni dónde ha sido ni cómo ni por qué. Como si intuyeran mi confusión los camilleros me informan. Un accidente, un error de cálculo. Ni siquiera una bala enemiga, se justifican. Un vehículo de los nuestros la atropelló. La guerra es maldita la mires por donde la mires, me consuelo. Incluso aquí, atendiendo a heridos, el horror nos puede pillar a cualquiera. Pero no podrías seguir tu tarea si te enrocaras en pensamientos tan negros.
No hay nada que hacer por ella, pienso mientras limpio hilillos de sangre que le escurren por el rostro. ¿Habéis mirado el contenido de su mochila? Sí, responden a la vez los de la ambulancia. La cámara, golpeada, está aquí. Varios carretes, una cartera y algunos carnés, tres o cuatro cartas, lápices, un cuaderno...Los objetos están polvorientos, como si se hubieran desparramado por el suelo aciago de este desafortunado país. No soy de dar órdenes, pero me siento azarado. Buscad si hay alguna dirección de familiares o amigos a quien avisar; tal vez la de su novio. Tomo el cuaderno. Una mezcla de apuntes a la carrera sobre parajes, croquis de rutas, avisos sobre acciones a ejecutar, transcripción de algunos pensamientos. Deduzco que son ideas propias, pero están en alemán y no sé qué dicen. Su estilo es más calmado, la caligrafía más entera, la redacción más reflexiva, lo que parece indicar que son impresiones para sí misma. Pequeñas crónicas personales más que crónicas de la guerra en sí. Acaso para retomar en un futuro y hablar de lo que vivió en esta aventura. Ella, esencialmente aventurera, habría podido repasar algún día sus experiencias. Para atención y uso de generaciones que hayan superado en cordura a la nuestra.
Busco desesperadamente si por alguna parte está la dirección de Robert. Alguien me dijo que había vuelto a París circunstancialmente. ¿O fue él mismo tomándonos los tres una copa en la retaguardia? Siempre queda la posibilidad de conectar con la agencia, pero de eso se encargarán otros. Aunque a mí me gustaría dar con él. Un suceso puede seguir cauces orgánicos pero la amistad y el amor exigen poner rostro humano a la muerte. Qué cosas pienso. Como si la muerte no fuera el desquite, la venganza de la vida que no es posible ya vivir. Como si su motivación no consistiera precisamente en eso, en desposeernos de rostro, de gestos, de aproximación, de calor, de ilusiones. Todos los días pasan por mis manos heridos sin cura. Son desconocidos sobre los que no puedo hacer nada y a los que despido con la brevedad del profesional que no puede pararse en su cometido. Pero la que está hoy aquí es ella. Quisiera desconocerla, reprimir recuerdos, ahogar sentimientos. El pasado está vivo aún y hace daño, concluyo. Pienso en Robert. No sé si Robert pensará en ella.
He recogido sus manos y he besado su frente. Me engaño a mí mismo imaginando que su cuerpo aún palpita con aquella capacidad divertida de que hacía gala. Ni siquiera se intuye aún la violenta agitación del shock del atropello. Ella que ya no es ella. Busco culpables. La guerra, el enemigo, las tiranías, la maldad de los hombres. O la casualidad. Su propio empeño por llegar dónde no llegarían muchos para dejar testimonio de la crueldad de la guerra. Los motivos se encadenan en mi mente. ¿Será que todos se deben unos a otros? Aunque no esté claro el orden predeterminado. Y al final es el azar quien decide sobre quién se salva o quién desaparece. Qué cercanos están las sonrisas y los llantos a lo largo de nuestra vida. Cómo conviven sorteándose el gozo por participar de una causa noble y el dolor por el padecimiento que se acumula. Los opuestos se imponen unos a otros, como un juego de apuestas que no podemos controlar. Hoy le ha tocado a ella.
Llamo a los sanitarios. Cuidad su cuerpo, les pido afligido. La abrigan, observan su cara, que tanto optimismo como simpatía emanaba. A nosotros nos había hecho varias fotos, doctor, dicen casi alardeando. Incluso habíamos compartido rancho. Deje que la contemplemos. Me ha parecido un homenaje bello este recuerdo. Por un instante de sus vidas estos hombres, dedicados a ver de cerca como nadie el efecto sangriento de una guerra, habían recabado la atención de una fotógrafa internacional. Sé que ella no daba rienda suelta al disparador de su Leica por las buenas. Y que en cada toma había una entrega personal que acaso los españoles no se lo agradezcan nunca.
(Imagen. El médico Janos Kiszely atendiendo supuestamente a la fotógrafa de guerra Gerda Taro, herida de muerte en 1937 en el frente de Madrid)
La mitad de Robert yace en una camilla, a la espera de su entierro, la otra seguirá aun dando saltos por campos y trincheras hasta caer, víctima de una mina, años más tarde y miles de kilómetros más lejos, retratando otro conflicto lo más cerca posible.
ResponderEliminarAsí fue. Y multitud de personajes indígenas y foráneos, rondaron en torno a Robert y a Gerda. Por ejemplo ese médico.
EliminarBonito homenaje a Gerda y con él, me has traído a la memoria la muerte de Durruti, en aquella orgía de maldad cuanta muerte a destiempo.
ResponderEliminarSalud y feliz puente.
Tiempos en que muertes a destiempo y muertes orquestadas se mezclaron en una confusa vorágine. De miles se supo poco, un velo de silencio forzoso que ni siquiera el ADN llega hoy día a todos para distinguirlos. ¿Y qué fue de Andreu Nin?
EliminarQué cosas pienso. Como si la muerte no fuera el desquite, la venganza de la vida que no es posible ya vivir.
ResponderEliminarTragico .
La muerte es la esperanza de la mente
cansada de vivir
las tonteras de la vida
Solo que muchas veces llega antes de que se haya percibido ese cansancio.
EliminarPermite que subraye estas frases de tu texto: "Qué cercanos están las sonrisas y los llantos a lo largo de nuestra vida. Cómo conviven sorteándose el gozo por participar de una causa noble y el dolor por el padecimiento que se acumula".
ResponderEliminarSaludos
Un pensamiento que sirve para un drama colectivo y para uno personal, Luis Antonio. Gracias.
EliminarHas dado vida a una cruda historia que bien pudiera haber sido algo así. Que pena y cusnto dolor traen las guerras. No conocía a esta fotógrafa. Investigaré. Gracias y un abrazo.
ResponderEliminarFue pareja de Robert Capa, y junto con él pertenecían a la agencia Magnum. Estuvieron cubriendo información en la Guerra Civil española junto al bando legítimo republicano. Por la red encontrarás mucho.
EliminarHace unos meses escribí otra cosa sobre Gerda.
https://laantorchadekraus.blogspot.com/2021/07/tras-la-ultima-noche-con-gerda-serie.html
Gracias, ya la leí y comenté in situ. Un abrazo
EliminarA ti por interesarte, Myriam.
EliminarNo creo que lo hiciera esperando agradecimiento, pero nunca está de más, y siempre de menos.
ResponderEliminarNo soy muy bueno recordando caras, y siempre he pensado que si viera un conocido muerto, sin saber que era él , no sé si lo reconocería. En algún entierro suena reconocía al muerto, aunque fuera un familiar o hiciera poco tiempo que lo había visto.
Nunca creo que tiene tanta importancia la suerte como en una guerra. Morir o vivir, es casi completamente cuestión de suerte. Y las consecuencias de tener buena o mala suerte drásticas.
Saludoss fackrl
No suelen ser ni parecidos los muertos. Sobre todo si han pasado una enfermedad que dejó marcas y encima no has visto al personaje desde hace tiempo. Me quedo ahí que va a parecer que debido a las fechas incido en el tema, oye.
EliminarLo de la suerte, sin duda. En la guerra y en el andamio o la cosechadora. Anda que no hay accidentes por despiste u otras causas...azarosas, que acaso no se han buscado.
Una de guerra: mi padre me contó una vez que en el frente de batalla un compañero de trinchera le dio un empujón cuando un tanque enemigo disparó contra su posición. Mi padre jamás alardeó de lo vivido en guerra, y eso que tampoco salió salvo del todo. Azares que concatenaron luego con azares. A muchísima gente le cambió la vida aquello.
Bon dimanche.
Te lo comento aquí aunque no viene a cuento. He visto uno de esos programas seudocientificos (de poco rigor científico, por decirlo asi) han mencionado las cobstrucciones de Baltec, (salía la foto que pusiste), como una de las que están mal datadas por los arqueologos, y que tienen 50.000 —cincuenta mil— años, que las civilizaciones sucesivas la aprovecharon, pero que ya estaban antes.
EliminarBueno solo como curiosidad.
Y por si ordenas las fotos cronológicamente.
Saludoss
Pues de lo pseudocientífico poco se puede esperar, salvo la confusión de suma y sigue. Cuando era niño había en la radio por las noches programa titulado Peter Gay o algo así (nada que ver con uno de los biógrafos de Sigmund Freud) y a mí me camelaba mucho, porque entre la música de misterio y que hablaba de las ruina de Baalbek toda la obsesión del guión era hablar ambiguamente de misterios y oscuridad de los tiempos, pero no recuerdo ninguna aportación más allá del entretenimiento. Bueno, una sí: al menos a mí me sirvió para indagar dónde estuvo aquella ciudad, saber de la existencia de Líbano y llegar en alguna ocasión a mis manos sellos de correos de aquel país en francés con la imagen dibujada de las ruinas de la ciudad. Hay gente que no sabe y trata de vender más ignorancia. Cincuenta mil años sería Paleolítico todavía, entonces no se construía, se habitaban abrigos, cuevas y lugares protegidos en general.
EliminarPues la verdad es que no ordeno nada cronológicamente en el blog. Y trato de hacerlo en mi mente, aunque mucha información tan antigua aún la voy descubriendo -la ciencia misma ha modificado cronologías y lo hace constantemente- y trato de perderme en el tiempo.
Saludos, G.
Habían algunas otras de 100000. Tenía que ver con su orientación y el cambio de ubicación del polo magnético de la tierra, que cslculsbsn que entonces estaba en Groenlandia, porque varias construcciones antiguas apuntaban a allí. Estaba muy bien explicado pero claro, a ver quién se acuerda
EliminarQué curioso.
EliminarUn relato precioso, cargado de humanidad en tiempos de guerra. Quién sabe qué hay detrás de esa periodista herida.
ResponderEliminarUn abrazo, y feliz día
Si te interesa el personaje hay un libro escrito por François Maspero (sí, el editor francés al que tanto debemos por lo que nos llegó de su editorial en los años de la dictadura) titulado "Gerda Taro, la sombra de una fotógrafa". Feliz domingo, hermana.
EliminarUma história cruel de guerra que dilacera as pessoas...O sofrimento atinge todos...e deixa sequelas que raramente são entendidas...A culpa será de todos? Ou apenas azar? Não sei bem...obrigada pelo texto interessante sobre o qual vou reflectir.
ResponderEliminarBeijos e abraços
Marta
Fue un trágico accidente, aunque podría haber muerto en otro momento por una bala. O haber sobrevivido. Por eso digo que las guerras -o la paz- traen desgracias en cadena. Le atropelló un vehículo blindado de los propios republicanos en una acción de guerra. Gerda era una mujer decidida y valiente. También Robert Capa, su pareja, que murió varios años después en Indochina al pisar una mina.
EliminarRecuerdo tu otra entrada sobre Cappa.
ResponderEliminarMe ha venido a la memoria. Me ha agradado tu recreación. Creo que hay muchas fotos de esta mujer que se le atribuyen a su compañero de cámara.
Un abrazo
Y viceversa. Y no sé si se sabe con claridad qué fotos fueron de uno o del otro, si es que ambos coincidían en el mismo lugar. Pero como ambos hicieron fotografías verdadero documento, qué más da.
EliminarAunque la fotografía no fuera cierta, testimonia cómo en mitad de la barbarie hay causas nobles y ternura.
ResponderEliminarPor supuesto. Para mí no es lo más importante la veracidad -tan difícil siempre de comprobar- pero habrá que creer a testigos o herederos de testigos.
EliminarDemasiadas leyendas alrededor de la Srta. Gerta Pohorylle. Tu padre está bastante más acertado que lo que cuentan docenas de artículos que corren por ahí. Si la empujaron o simplemente cayó del estribo del coche en el que estaba es lo de menos. Lo que vale es que fue un tanque que circulando marcha atrás la aplastó.
ResponderEliminarMi opinión personal, es desde hace ya un tiempo que Gerda era mejor fotógrafa que Capa. Pero hay lo dejo.
Y hubo muchos personajes interesantes que participaron en la guerra de España. Que la rebelión ilegítima y la guerra suscitada reclamaran a voluntarios internacionales emociona. Aunque el tema fue mucho más complejo, donde se estaba echando ya un pulso que luego derivó en la Segunda Guerra Mundial. Pero aquí, como siempre, perdedores. Recuerda el poema de Gil de Biedma.
Eliminarチトンの復活を祈り続けます
Eliminar歌麿の女性の一人がすでにドアにいます
EliminarSalud.
Excelente, entrañable monólogo interior, ante lo exterior y sus consecuencias. La barbaridad de la guerra, en la mente de un hombre de paz.
ResponderEliminarSolo agrego este casi infantil poemita que encontré en un papel amarillo, de allá, por los... cuando mis peques, aprendían aún a caminar.
No quiero ir a la guerra, mami.
No tengo a quien odiar.
No encuentro la razón
para matar a nadie.
Y tengo miedo de morir, mamá.
No quiero ir a la guerra.
No pueden obligarme a disparar.
No quiero ser un héroe
por algo que no siento.
Si me llaman cobarde,
me da igual.
Me esconderé
en el fondo de la tierra,
y no me encontrarán.
No quiero ir a la guerra.
Ayúdame, mamá.
Por la paz, siempre, Fackel.
Me recuerdas a Bob Dylan y las canciones de él que cantábamos cuando la policía política de Franco nos sacaba a golpes de las asambleas universitarias.
EliminarAntes, creo que sexto o PREU también escribí un poema que leí en clase sobre el tema de la paz y la guerra. Hoy lo enfoco de otra manera. No me queda dosis de ingenuidad para ser tan optimista. Pero agradezco tanto tus palabras.
Conmovedora crónica de una situación que bien pudiera haberse dado tal como narras. El poder emotivo de tus palabras logra conmover a quien lee y se sumerge de lleno en esa vida aventurera que se escapa. Un abrazo
ResponderEliminarDentro de la dureza de aquellas situaciones vividas ¿por qué no buscar un cierto grado emotivo de identificación con los elementos constructivos del ser humano? Siquiera la piedad, la bondad, la generosidad...tan en desuso en ocasiones. Otro.
Eliminar" Qué cercanos están las sonrisas y los llantos a lo largo de nuestra vida": que ho diguin als que pateixen el trastorn bipolar!
ResponderEliminarCon o sin trastorno objetivamente es así, ¿no? y nos afecta a todos. C'est la vie.
EliminarHas puesto mucha vida y mucha humanidad para arropar a quien yace en la foto o en el recuerdo de las guerras, el azar o cayó víctima, porque cuando uno está decidido a hacer o cumplir con su trabajo, nunca se protege convenientemente.
ResponderEliminarHe disfrutado -con dolor- de tu relato aproximación a la realidad, aquí o en cualquier guerra o accidente. Los últimos de Afganistán, están cercanos.
Pero también he disfrutado de los comentarios a tu relato y de las numerosas muestras de humanidad, documentación e incluso "pinceladas de relatos de familia", ya que con la imagen y recuerdos, haces gala de las palabras y sentimientos "tan en desuso en ocasiones".
Muy buen narrador y gran ser humano.
Un abrazo, Fackel.
Tu comentario me toca favorablemente. Nada de lo que leo, o he leído siempre, me ha resultado ajeno. El mundo puede caber -entendámoslo en su relatividad- en el cerebro de uno si permanecemos abiertos, receptivos y constructores, digamos, de una comprensión de los hechos. Pertenezco, creo que tù más o menos también, a una época con muchas vivencias, unas en directo, otras heredadas de lo que nos contaron los mayores, otra de lo que seguimos indagando simplemente por eso, porque la vida o suscita curiosidad o sería algo muy soso. Estamos hecho de un barro muy evolucionado y eso nos hace sentir a ciertos sensibles lo vivido por otros en el pasado. Así que, si me lo permitís, de vez en cuando daré pinceladas de lo oído, visto y vivido, porque hay mucha vida jugosa. Pero cuando venga a punto, no me lo planteo. Te agradezco mucho la valoración que has hecho del texto y comments de todos.
EliminarRecuerda: nada del pasado debe sernos ajeno; incluidos los individuos. ¿O sobre todo ellos? Un abrazo.
La absurdidad de la guerra, su azar y la buena y la mala suerte. Y no, los muertos apenas se reconocen. Mejor no mirar una vez muertos.
ResponderEliminarUn relato que nos trase recuerdo de algo que nosotros no vivimos directamente pero si indirectamente.
Hoy dia las guerras podrían clasificarse en distintas tipologías ; unas matan de forma clásica, otras manteniendo al personaje con vida.
Salud, Fackel
Todo lo absurda que quieras pero resulta una constante histórica y además razonada. En la vida ordinaria, la normal, digamos, en Occidente el azar no supone jugarte la vida y la hacienda todos los días. En muchas zonas del mundo, en que se vive bajo unas coordenadas normales que suponen subdesarrollo, miseria, violencia, etc. el riesgo es la frecuencia. Pero en cualquiera de los casos, los factores que hacen que vivas o mueras se entremezclan, viven acaso a nuestro lado sin querer enterarnos (los infartos, por ejemplo) En las guerras hay más papeletas.
EliminarEn efecto aquella guerra no la vivimos en nuestra carne, pero sí por los testimonios y conductas y pensamientos de nuestros padres, abuelos, tíos...En cierto modo ha sido un episodio muy presente en mi existencia y, por lo tanto, quiera o no me ha implicado y no te imaginas hasta qué punto condicionado.
Eso de las guerras que matan al personaje manteniéndole con vida...¿podrías explicitarlo más? Es que hoy ando espeso.
Salud siempre y mantenida.
Es curioso como la gente podemos acostumbrarnos a la muerte, vivir con el sufrimiento alrededor tuyo, limpiarnos la sangre y seguir viviendo.
ResponderEliminarHay muchos que pagan un precio, otros parece que no, pero todo lo que hacemos en la vida se nos queda grabado, lo que diferencia a unos y otros es la profundidad de los "tatuajes".
Cuando morimos siempre hacemos o intentamos hacer lo que nos gustaría que hiciesen con nosotros, algunas veces acertamos y otras aprendemos.
Un saludo.
Creo que tenemos sentimientos encontrados sobre la muerte. Por un lado nos da pánico dejar de estar, la rechazamos, tratamos de prolongar la vida, tememos el padecimiento que nos puede conducir a ella. Por otro lado sabemos que es un fenómeno ineluctable, lo razonamos como ciclo natural, tratamos de pensar lo menos posible en ella, sobre todo a edades tempranas, y en la vejez nos debatimos entre vivir como si no nos afectase y vivir pensando ya, con imágenes que cada cual puede inventar para sí mismo, que antes o después nos reclamará el fin. Es curioso que la palabra fin tenga significados complementarios en castellano. Permíteme la divagación. Fin es final, acabar, término. Pero también es objetivo. No enredo más, dejo que fluya el pensamiento o el sofisma.
EliminarSi nos acostumbramos a la muerte, como dices, es porque la asumimos como un fenómeno posible para cada cual en cualquier momento. La asumimos a distancia, como cosa que les pasa a otros, empieza a angustiarnos cuando vemos que se acerca a través de familiares y es entonces cuando se enciende la luz roja que nos indica que lo increíble -porque antes no lo habíamos creído- es que nos suceda a nosotros, que me pase también a mí.
En fin, se ve que del tema de la entrada hemos saltado al influjo dramático de las fechas del calendario gregoriano. Divertido, espero que sin afectación. Saludo, D.
Intenso relato el de la muerte de la fotógrafa. La guerra (las guerras) no termina nunca. Oficialmente terminó nuestra Guerra Civil el 1 de abril de 1939. Pero las consecuencias siguen durante generaciones. Hay un estrés postraumático colectivo, rencillas, odios. Las heridas parece que no terminan de curar nunca.
ResponderEliminarEs tremendo que Gerta no muriera por el bando enemigo sino por un accidente ocurrido por azar. Terrible.
La muerte antes de tiempo es todavía más terrible que la muerte en su momento.
Un gran homenaje el que nos has brindado...
Pues no, nunca terminan. No hay más que mirar el mundo. Es uno de los cuatro jinetes, ¿no? es decir constantes históricas que el apocalíptico Apocalipsis se encargó de recordar y amedrentar a la humanidad cristiana. Ahora mismo la guerra de la pandemia sigue virulenta en grandes zonas del mundo, otra clase de guerra que no hay que olvidar.
EliminarEn efecto hay ecos de una guerra durante décadas. Lo sé de buena mano por gente que ha vivido en Bosnia, por ejemplo. Y aquí aún hay muchos que defienden la violencia desatada contra el Estado legítimo en 1936.
Me has recordado también que Alain Resnais dirigió una película en la década de los 60 titulada La guerra ha terminado, tomando la frase del dictador que tuvimos que soportar décadas. Pero el argumento iba por ciertas secuelas resistentes de algunos.
Lo de Gerda siempre me dio una pena terrible. ¿Ves? Si la hubieran matado desde el enemigo y hubiera sido del bando vencedor se diría hoy que era una heroína, siempre que se reconociera que una mujer puede serlo, claro, ya me entiendes. La vida tiene tanto de azar, de teatro y de mala voluntad...Pero también su antítesis de bien que no siempre se muestra.
Gracias por la lectura.
Fáckel:
ResponderEliminarhoy, los milicos dirían que es un "daño colateral" y pasarían página.
Un horror.
Salu2.
Calla, calla, qué repugnante aquello de cuando lo de Irak de los daños colaterales, que no creo haberlo oído antes. Las guerras SIEMPRE han sido daños laterales, colaterales y de línea recta SOBRE LA POBLACIÓN CIVIL.
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