Serapio pasaba con una frecuencia calculada por las calles del barrio. De lejos ya escuchábamos la melodía pausada de su ocarina. Luego un soniquete cantado. ¡El afilador...! ¡Cuchillos, navajas, tijeras...! Y vuelta a la ocarina. Mi madre le llamaba desde el balcón. Le voy a bajar unas tijeras y un cuchillo. Cuando quiera, señora. Otras vecinas aprovechaban el tirón de su presencia. Incluso el carnicero de la vuelta, que expendía carne de caballo, recurría a él. Aquel hombre, al que todos le teníamos por gallego, tal vez porque el oficio se había afianzado más en aquella zona o porque tenía acento del Miño, era un hombre callado. Pantalones de pana, chaqueta de loneta, camisa sudada, boina encasquetada. Uñas por debajo de las yemas, un pedalear preciso a la rueda, cierta cojera que no le impedía la tarea, y una inequívoca concentración encorvada sobre el esmeril y la piedra que pulía el acero. Su gesto adusto no ocultaba una mirada noble al devolverte los útiles. Son tantas pesetas. Pocas pesetas. Una vecina sale a su encuentro con un paraguas prácticamente desguazado. No arreglo paraguas, dice sin dejar que la mujer le pida nada. Pues antes de la guerra los afiladores arreglaban paraguas, insiste ella. Señora, yo no soy de antes de la guerra.
Serapio, lo supe mucho tiempo después, había sido maestro. Señalado por la cruz de los redentores a sangre y fuego estuvo en prisión. Le conmutaron la condena a muerte a cambio de varios años de cárcel y una condena de por vida. No ejercer más el magisterio. ¿Qué tal se te dan las cuentas y la geometría?, me preguntó un día que le bajé algún objeto para afilar. Así, así, debí responderle. Vaya, dijo ceñudo, eso hay que corregirlo. ¿Y la geografía? Mucho mejor, me sé todos los ríos y las cabezas de partido de todas las provincias de España. Buena señal, dijo. Siempre sabrás por dónde andas. ¿Y la historia? No nos cuentan mucho, acerté a responder con decepción, por una parte te dicen que la historia es muy antigua y rica y luego resulta que te la explican como si fuera de dos días, sin haberte enterado de casi nada. Eh, la historia es importante, chico, pero vas a tener que hacer tú el esfuerzo de entenderla un poco y eso te va a llevar toda la vida. No esperes que te hablen de la historia como ha sido sino como a algunos les interesa que haya sido. Así que tendrás que indagar tú. Me asombré. Pero cuando acabe de dar la asignatura, ¿qué puedo hacer? Me miró tentado a hacerme confidencias. Puedes hacer más de lo que imaginas, pues la historia no es solo una asignatura, sino la comprensión de los hechos que vivimos, aunque ahora ni nos hablen de ellos ni los entendamos. Si te quedas con ganas de saber más de ella seguro que vas a seguir interesado siempre.
Me daba palique según pasaba el filo por el esmeril y yo había cogido carrerilla. También me gusta la gramática, y es donde mejor nota saco, añadí. Buena cosa, muchacho, pero saber escribir y acertar a hablar es lo que más problemas causa, no lo olvides. Eso no quiere decir que debas retraerte. Escribe lo que sientas y habla con prudencia. Pero sobre todo domina la lengua para que otros no te dominen a ti. Con eso ya es suficiente. Haciendo el repaso caí en que me dejaba algo. ¿No me pregunta por la religión, señor Serapio? Se me da divinamente, y observé que ponía una sonrisa franca y desinhibida al decir lo de divino. Ah, se hizo el sorprendido, ¿te refieres a la Biblia y todo eso? Sí, son cuentos bonitos, aunque muchos de ellos violentos en extremo, y ya sabes, unos personajes son buenos y otros malos, y siempre ganan los buenos, que no estoy seguro de que lo sean. ¿Cómo en las películas de indios y vaqueros?, se me ocurrió. Más o menos, rio Serapio. Fui sincero. Yo no entiendo muchas cosas que cuenta, pero hay historias que me parecen como las de los tebeos de hazañas bélicas. Entonces me asusté, creyendo que había dicho algo que estaba yendo contra lo sagrado. Serapio volvió a reír. Sí, hay mucho de hazaña bélica en ese libro y no imaginas la cantidad de negocios turbios. Mientras lo veas así menos daño te hará. No comprendí en ese momento el significado de sus palabras. Mi madre, inquieta por la tardanza, se asomó al balcón e interrumpió la charla. ¿Ya está afilado el material, Serapio? Ahora se lo sube su hijo, y me guiñó un ojo el hombre.
Por cierto, jamás volvimos a ver al afilador después de aquel día. Eran tiempos en que una persona podía estar o no estar de un día para otro.
Vaya, espero que el chico no haya hablado más de la cuenta y sea esclavo de sus palabras.
ResponderEliminarParecía que con la historia había dado en hueso, pero dio más aún con la gramática.
No sé que premio Nobel salíó hablando ayer de la importancia de inveStigar sin objetivo a la vista. Simplemente por saber más, las aplicaciones ya aparecerán luego.
Ayer vi en un programa de TV que comentaban e intentaban averiguar qué representaba aquella foto que pusiste hace días del baño de Hitler.
Para un maestro de vocación debe ser un palo
Bueno, lo que comento esta un poco desordenado, y iba a poner algo más,pero ahora no me acuerdo.
Saludossss
Te iba a preguntar sobre qué dijeron en ese programa de TV sobre la foto aquella del baño y la periodista, pero lo dejo. Gabi, sacar las palabras a borbollones está muy bien, es importante sacarlas, no arrasan nada en un comentario.
EliminarLo he rebuscado . Sacan la foto y proponen 3 explicaciones, y el invitado y colaboradores eligen una. Dos son absurdidimas,y la cierta no tanto. La cierta dicen que en el picadero de Hitler en Munich ylasbotas están manchados del barro de lachao o algo así(no sé si será el de la canción), y que fue tomada por la fotógrafa cuando Hitler se estaba suicidando (no dicen con que precisión.
EliminarA mi la explicación ...bueno, ya te lo puse
Igual el programa te interesa , la fam en el canal 0# dela plataforma de Movistar. El invitado en esta ocasión era leo Harlem. El programa se llama "cero en historia". Recuento porque sacan fotos antiguas, como las tuyas y las comentan. Igual te interesaría.
SaludoS
Tomo nota de ello, Gabi, muchas gracias.
EliminarYa no llevan chiflo ni flauta de pan, pero siguen con ese trabajo. Hace no mucho pasó por mi barrio uno que me dejó como nuevas unas tijeras de cocina que ya no cortaban ni el papel. No sé si se llamaba Serapio. Podría ser.
ResponderEliminarUn saludo.
Cierto, por aquí hay uno que va en bici y de vez en cuando aparece un coche, es decir que todavía quedan profesionales dignos de todo respeto.
EliminarConocí a Serapio, pero con otro nombre, y este si era gallego.
ResponderEliminarCulto en extremo, jamás me comentó el porqué de su oficio y como había llegado a él.
Podía recitar casi sin perderse todo lo que dijo Segismundo cuando se enfrentó en consigo mismo preguntándose que sentido tenía la vida.
Creo que han habido muchos Serapios por las cunetas de españa.
salut
Ha habido en el pasado muchas personas que han realizado oficios sencillos y que tenían calidad, conocimientos y título en su haber, pero que fueron relegados, y gracias si salvaron el pellejo.
EliminarImpulsado a la calle, el maestro no sabía dejar de serlo.
ResponderEliminarCuántas vidas truncadas dejó la guerra y la dictadura. Yo conocí a personas así, que debieron reinventarse. ¿Lo llevaban bien? Quién sabe, quizá conversar con los chiquillos era la venganza de este afilador.
Sí, yo también he conocido casos. En la calle por la que algunas veces nos hemos encontrado había un hombre con bata gris que tenía una tienda de ultramarinos muy modesta. Había estado preso en el infrahumano Fuerte de San Cristóbal, Monte Ezcaba, Pamplona. Él no lo iba contando, pero mi madre y otros vecinos sí lo sabían. No creo que participase en aquella fuga, pues la mayoría acabaron muertos o presos de nuevo.
EliminarYo conocí a uno. Y era gallego. Vecino de la casa de mis abuelos. Recorría cada día los seis kilómetros de ida y otros tantos para volver en su bicicleta preparada para el oficio. Su zona de trabajo: Monforte de Lemos. Este sí que era gallego y se llamaba Saturnino. Iba de caza con mi padre y "reciclaban" los cartuchos. Los conejos que cazaban era casi, la única carne que comía. Y efectivamente, también arreglaba paraguas y apañaba con los calderos. Era sin duda de antes de la guerra
ResponderEliminarEl personaje del relato era por edad de antes de la guerra, pero por oficio no era afilador de antes de la guerra, el matiz importa para la descripción de la injusticia alevosa que padeció.
EliminarEntrañable personaje el de tu relato, dispensado de la pena de muerte a cambio de prohibírsele ejercer el magisterio... pero enseñar, como pensar en libertad, nadie podrá prohibírselo! Te resultará anacrónico, pero por aquí todavía se pueden ver algunos afiladores andando por las calles, aunque con un aparato menos dificultoso de llevar, y con armónica en vez de ocarina.
ResponderEliminar=)
No quise decir que fuera dispensado de la condena a muerte a cambio de...No andaban con contemplaciones los criminales. El personaje del relato se salvaría por otras cosas, acaso solo era un maestro digno y moderado, como muchos, pero por el hecho de hablar claro y ENSEÑAR verdades a los alumnos fueron exterminados o relegados de la profesión. Creo que fue el sector profesional más castigado por la dictadura. ¿No has visto nunca la película "La lengua de las mariposas"? Te la recomiendo efusivamente, se trata el tema con claridad y es impactante.
EliminarUn abrazo.
Mi Serapio se llamaba Manuel e iba con su hija, eran de Centelles, pero iban ya en furgoneta. La hija habia estudiado económicas per no ejercía. Desaparecieron también como Serapio. Luego vino otra pareja también con furgoneta que afilaban muy bien, eran gitanos de Rumania, pero con la Covid también han desaparecido. No se sabe si volverán.
ResponderEliminarParece mentira cómo se mantienen aún viejos oficios. Tal vez no ganen mucho pero seguro que le meten horas al oficio y al recorrido de calles. En el pasado muy pasado había infinidad de oficios y trabajos ambulantes. Habría que pensar si queda alguno más por ahí en vigor. Gracias, Francesc por el testimonio.
EliminarRepasas una posguerra de décadas, y por supuesto, cuántos maestros se vieron ante un pelotón de fusilamiento, o como el tuyo, haciendo oficios variopintos. Pero es que además, como bien señalas, había oidos por doquier, y la represalias seginam y siguieron, más de cuatro décadas.
ResponderEliminarUn abrazo
Pues tal como dices. Hoy muchos no quieren enterarse de lo que fue aquello. Un tema que me indigna. Gracias.
EliminarDonde yo vivo a veces pasa un afilador.
ResponderEliminarNo conozco sus historias. El de tu ciento podría ser el protagonista de una película. Gran injusticia la que cometieron con él. Eso demuestra que en aquellos tiempos la enseñanza era un adoctrinamiento.
Gracias por compartir una historia tan humana y entrañable, aunque triste.
El adoctrinamiento masivo vino tras la guerra civil. Los maestros que quedasen en lo público o tragaban con el imperativo de los vencedores o eran del palo de ellos. Los colegios privados, merced al apoyo de la Iglesia Católica de Cristo a la violencia de una guerra civil recuperó propiedades y las acrecentó, y ahí los colegios privados prosperaron como setas. con todos los beneficios. No sé qué pensaría Dios entonces de eso.
EliminarA função do ensino é ajudar a pessoa a desenvolver a mente, a analisar os factos e fazer a ligação entre si...Depois da revolução de 74, o ensino foi remodelado várias vezes; cada governo tinha uma ideia diferente...Mas política só era discutida nas chamadas aulas de Introdução à Política e o objectivo era falar sobre as várias vertentes, mas havia discussões terríveis devido às várias cores partidárias.
ResponderEliminarComo sempre, um texto interessante...é provável que haja cá histórias semelhantes, também tivemos um ditador.
Beijos e abraços
Marta
En efecto, lo interesante de la Democracia es que haya diálogo y debate sobre la enseñanza, siempre que todos se esfuercen en llegar a acuerdos. No sé qué tiene de complicado de comprender el asunto de la Enseñanza que siempre están cambiándose los planes de estudios. Probablemente la visión ideológica de unos partidos u otros dificulten un sentido más estable. Puede que estemos atravesando una etapa histórica complicada. Puede que países como los nuestros, con fuerte tradición y control de la empresa privada en la Educación -principalmente la Iglesia- haya más presión y extorsión incluso. Pero peor fue durante la dictadura, en que los niveles educativos estuvieron bajo mínimos. Gracias por seguir los temas, Marta.
EliminarA veces oigo pasar al afilador, también la voz cantarina del chatarrero. Oficios que se van perdiendo como el del aguador y otros muchos.
ResponderEliminarNo sé si el relato es autobiográfico pero resulta cercano y conmovedor.
Todo trabajo es digno, aunque en este caso se lleve a cabo porque no le dejan ejercer su verdadera profesión.
Un saludo.
Pero son mínimos los oficios ambulantes tradicionales en España. Lo ambulante ahora viene en plan repartidores a domicilio, pero es otro tema. Recuerdo a chatarreros, lecheros, piñeros, carboneros, etc., vendedores y recogedores de puerta a puerta, y no hace tantos años, no creas. Tal vez, y esto me lo sugieres indirectamente, otro día otro oficio desaparecido se preste a que me invente algo sobre él, quién sabe. Muchas gracias por comentar, María José.
EliminarQue buen relato, me parece un buen homenaje a tanto maestro "paseado" como hubo.
ResponderEliminarEn cuanto a este tipo de personajes, yo recuerdo a los que permitían vender pipas y chuches con una mesita en la calle o en sus propios domicilios (normalmente casas bajas), Los que recogían papel y luego cambiaban novelas y tebeos cobrando una pequeña cantidad.
Un saludo, Fackel, que pases un buen finde.
En efecto, también había otros personajes, a los que vendían caramelos, pipas y algarroba a las puertas de los colegios los recuerdo como si les estuviera viendo. Había gente con lesiones y mutilaciones, pero se ve que no eran del bando vencedor y tenían que buscarse la vida como pudieran. Gracias y lo mismo, Ángel. Buena actitud.
EliminarMi madre, cuando yo tenía entre 3 y 11 años recibía en la puerta a una lechera y a un Carbonero. La lechera traía una cantimplora gigante. De esa cantimplora medía uno o dos litros de leche que los pasaba a un cazo de mi madre. Como era leche cruda había que hervirla tres veces unos segundos para esterilizarla. Después ya estaba lista para tomar. Tenía mucha nata que separábamos. La nata la tomábamos con azúcar.
ResponderEliminarEl carbonero nos vendía varios kilos de carbón y varios kilos de leña en pequeños trozos. La calefacción era de carbón y leña. Era individual. Con ella se calentaban todos los radiadores de la casa en invierno.
Ojalá escribas algo sobre lecheros y carboneros
En efecto, importante hervir la leche. Había un recipiente diferenciado de ollas y cazuelas expresamente para hervir la leche y tenía tapa. Es cierto, salía mucha nata y la mantequilla sabía a mantequilla. Aquellos sabores no existen hoy día porque solo queda de aquellos productos el nombre, y el contenido y la elaboración ya no saben a nada. Hace unos días compré mantequilla española, cuando llego a casa me leo la letra pequeña y tienen al menos la delicadeza de decir que está hecha con leche fresca de Austria. Es todo muy complejo, el mercado se entrecruza y con eso no quiero decir que sea peor el producto de otras partes, pero es que ninguno sabe ya a lo original. Y si sabe yo desconfío, porque hay aromas mil, saborizantes dos mil, etc. Es curioso que la memoria es un tesoro. Es en sabores, olores, visiones, etc. donde se manifiesta su gran valor más que si aprendimos una declinación o una cuestión de álgebra.
EliminarY claro, la cocina bilbaína, que se llamaba, supongo que porque se fabricaban en vuestra zona, que no era sino un fogón moderno para la época en base al carbón, leña y piñas.
Los carboneros de puerta a puerta me daban mucha pena. No se quitaban en todo el día ni la noche la negrura, eran como los mineros, de tanto cargar y descargar sacos de carbón y llevarlos a cuestas, tapada la cabeza con un saco en plan capucha. Otra cosa son los carboneros de Navarra y Álava, puede que en otras zonas vascas también los hubiera. Aquellos eran fabricantes de carbón, pero supongo que es otro tema sobre el que se ha escrito muy bien y hay una película extraordinaria: "Tasio", de Montxo Armendáriz, no tiene pérdida. Cuida hasta el acento coloquial de los navarros. Pero creo que me he ido a otros territorios sentimentales.
Que t'inspires en la teva experiència és un fet, però d'on treus totes les imatges de les teves entrades, si és que t'ho puc demanar?
ResponderEliminarPues mayormente de internet. Procuro en la mayoría de los casos poner el autor, pero en otros que desconozco pues no digo nada. También a veces pongo alguna mía y tampoco digo nada. Las imágenes fotográficas son muy poderosas. En el caso de esta entrada el texto no vino por la foto, vino porque el otro día me crucé con un afilador por la calle y me apunté el tema. Luego una foto ayuda a reflexionar. Se relaciona con la propia memoria y permite una redacción digamos sentimental. ¿Te vale?
EliminarBueno, en la casa donde vivió mi familia antes de que yo naciera la cocina (con sus hornillos) era de carbón. Pero justo cuando yo nací se cambiaron de casa. Ya donde yo viví la cocina era de gas. De esas que funcionan con una bombona de butano. El carbón y la leña solo se echaban en la calefacción. La calefacción caldeaba la casa en otoño e invierno.
ResponderEliminarSí, todo funcionó por épocas, hubo siempre transiciones domésticas, y cambios y mudanzas. Hasta ahora sigue habiéndolos. Veremos el futuro qué depara. Más vale que no fallen las fuentes de energía, pues mira los debates internacionales que hay. El precio del gas incide en el precio de la luz, por ejemplo. Rusia chantajea a su modo para lograr los gaseoductos. Argelia presiona. Y así todo.
EliminarQué bonito lo que cuenta Ana. La lechera que llegaba a nuestra casa, llevaba la cabra, amarrada a una cuerda...
ResponderEliminarMe has llevado por las calles empedradas de mi pueblo de infancia a reencontrar la figura atractiva y entrañable del afilador. Con su imagen me ha llegado también la de los trovadores ambulantes, que hacían representaciones magníficas, en las plazas de los pueblos-tengo un cuento sobre uno de ellos- que contaban o cantaban historias, escritas con dibujos de colores, en grandes lienzos. Estas escenas, con la de los caldereros y afiladores, eran los mas típicos acontecimientos, que, supongo, quedaron grabados en la mente de los niños de entonces.
Pues lo que hemos podido ver de niños no ha sido nada en comparación con los oficios del pasado. Incluso la misma imagen del cartero, que aún persiste, ha cambiado rotundamente. De aquellos carteros de gorra, solo hombres, con un bolsón enorme cargado hasta los topes, que influía en dolencias de la espalda, que pitaban y pronunciaban en alto el nombre del destinatario, y la gente bajaba a recoger las cartas, al cartero o mejor cartera, que abunda más ahora, con su carrito y timbre ha mediado una barbaridad. A veces lo he comentado con la cartera de mi zona y casi le informo yo más que lo que le hayan podido contar del pasado en Correos.
EliminarTiempos oscuros en los que la gente de bien desaparecía sin dejar señales, donde cárcel y destierro era el pan para los que se atrevieron a pensar por libre. Buena narración la tuya.
ResponderEliminarHay mucha historia que está por ser estudiada (aunque bastante se ha hecho en este sentido los últimos años) y sobre todo narrada para las nuevas generaciones. Fue un horror. Mi padre me decía los últimos años de su vida: que no conozcáis otra.
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