"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





viernes, 15 de diciembre de 2017

¿Seguirem somniant?
















Lo que es del César, al César, y lo que es de Dios, a Dios. Es el dicho, ¿no? En esta misma línea, ¿habrá que decir también al sueño lo que es del sueño y a lo consciente lo que es del consciente? Pues bien, es que uno ya no sabe si llevar sueños a la realidad despierta ilumina u oscurece más. Y llevar lo tangible a los sueños, bueno, eso solo lo intenta el subconsciente, y ya sabemos con qué efectos limitados, aunque gratificantes, por supuesto. Observo de un tiempo a esta parte que muchas personas, ante la dura y confusa realidad cotidiana, atosigadas por mensajes que aplastan, relaciones que no funcionan y mecanismos de representación social que se trampean dejando al ciudadano como tonto, se dan por vencidos e invocan simplemente soñar. Una primitiva invocación que puede estar muy bien si es para unas horas y levanta la pesadez mental. Pero suele sonar a mensaje de publicidad de un producto, pues bien saben fabricantes y vendedores que proponer un artículo no solo mostrando su practicidad, sino sobre todo invitando a que el comprador se traslade a un supuesto supramundo etéreo y reconfortante (lo confortable ya no basta, por lo visto) es un mensaje de éxito de ventas. Coged una revista, seguid unos spots y veréis que gran parte de ellos no elogian tanto la calidad del producto como reclaman del consumidor su lado emocional, haciendo que proyecte deseos elevados, sueños no realizados, sencillos anhelos incluso. Es muy antigua la búsqueda de los apaciguamientos emocionales, afectivos e intelectuales ante la impotencia cuando no incapacidad por comprender el mundo exterior y el íntimo de un individuo. Las religiones nacieron o al menos se consolidaron probablemente para proporcionar al hombre una compensación falsa de sus miedos, disgustos, fracasos y límites. Como toda clase de droga natural o bien desarrollada químicamente en laboratorios, tal la múltiple variedad de ansiolíticos cuya frontera entre el uso provisional y el enganche prácticamente no existe para mucha gente. En fin, que uno no sabe bien en qué mundo vivir. ¿De verdad nos creemos que los sueños cambiarán el mundo? No me hagan sacar aquí la lista de acometidas oníricas del pasado que como poco no sirvieron para nada y que nos llevaron a muchos al tropiezo e incluso el desastre. Pero esa no debe ser la cuestión. El tema es cómo lograr que el individuo se sienta algo mejor en un mundo que se hostiliza cada día, desde nuestro entorno próximo al más amplio, y cómo conseguir que el desarrollo de ese mundo pueda estar un poquito más y mejor controlado por el ciudadano. ¿Tarea de gigantes en la que muchos dirán que en ello están? No sé, es una simple reflexión. Llegando las fechas que llegan, en que el bombardeo publicitario de productos supera con creces a las noticias, habrá que ponerse a cubierto en el rincón de acogimiento que cada cual tenemos en nuestro cerebro más íntimo. Y es que si no, ¿cómo se va a resistir uno a hacerse adicto a un yogur, si su ingesta, y más si es en tribu, proporciona efectos tan beneficiosos como la felicidad hogareña nada menos?






(No obstante el escepticismo, he creído que merecía la pena adjuntar esta canción bonita de hace años)


10 comentarios:

  1. Por principio: basta que algo sea publicitado para que forajidos sociales lo rechacen frontalmente y aparquen dicha información entre la basura.
    Lo bueno de la ancianidad es que uno puede agradecer la etiqueta social de demencia. Como al final siempre hay que acabar eligiendo y la naturaleza de cada quien siempre acaba "asomando la patita". Lo cual resulta muy beneficioso para quien haya aprendido a observar, archivar y correlacionar. Afortunadamente las mayorías se encuentran tan mediatizadas por su mismidad que no se entera de la depredación rampante, como en la selva de antaño....con menos cazadores furtivos...por lo de la publicidad, claro!

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    1. Demencia y senilidad no siempre van de la mano. LO bueno de la senilidad es que puede acarrear demencia pero también recursos de disimulo. Visto el panorama habrá que ir inventando recursos para paliar el desentendimiento que vaya cundiendo en nuestro entorno. Por lo demás, me preocupan más los dementes de edad joven o madura, entendiendo dementes como aventureros presas de desatinos y poco solidarios con el componente social. Hay que recuperar el sentido griego de Pólis y perfeccionarlo.

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    2. Cierto. Y senectud y senilidad tampoco son equivalentes.

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    3. Término general el de senectud; vocablo que matiza más el de senilidad. Depende de nuestro estado nos quedaremos en uno solamente o nos deslizaremos por el tobogán del segundo sin remedio.

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  2. El Sr Clarasó , introductor del yougurt en España, tenía las ideas claras.
    Formó un imperio hablando de felicidad.
    Hoy ya no funcionaría con esa misma propaganda.
    Salut

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    1. Puede que en aquel momento de esplendor empresarial el señor Clarasó se fijara con mayor bonhomía en el término felicidad. Aunque ya se apropiaba del concepto para su provecho particular. Hoy es todo un barrizal de lujo, oh paradoja. Los relojes dan la felicidad, los perfumes, la lotería, las joyas, los ordenadores, etc. El individuo se disuelve en la apariencia y se compran y se venden afectos, controles, emociones, sometimientos...Y luego la desdichada fama se la llevan las putas. Hay que ver.

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  3. Creo que los sueños son el alimento principal del alma, pero no cuando se quedan en imposibles, allí, guardados en el estante de las fantasías impuestas, sino cuando con la ayuda de la constancia se transforman en impulso para avanzar y crecer.
    Un abrazo
    P.d
    linda música

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    1. Si los sueños no motivan acciones concretas y prácticas que regulen relaciones personales, mejoras colectivas, aumento de conocimientos, equilibrios varios...son solo el lugar interior de distracción o una droga como otra. No creo en la dicotomía alma/cuerpo ni por el forro. Como no hay esa división materia/divinidad. Todo es hoy literatura, como antaño fuera mito. La evolución de las sociedades y del entramado técnico y científico han servido para repensar y renovar conceptos. Hay que superar la afasia y la impotencia que muchos ciudadanos están sintiendo últimamente. La alternativa no puede ser la ensoñación de los productos a gusto del consumidor. ¿Y si mañana, de pronto, todo quiebra? ¿Se refugiaría la humanidad en los viejos totems impersonales llamados religiones, por ejemplo? Sería una desdicha y un retroceso incalculable. Pero los volcanes tienen siempre la última palabra.

      Como ves, cualquier tema tiene su deriva casi infinita, Neo.

      Salud y afecto.

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  4. Lo que importa no es el producto en sí, sino el hecho de tenerlo, sirva o no sirva, sea útil o no. La experiencia por sobre la realidad.

    Y así estamos.

    Saludos,

    J.

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    1. El sistema del todo vale de hoy no proporciona las respuestas que deberían valer realmente. Si nos ceñimos al sector productivo y de consumo, ¿acaso se fabrica solo lo necesario? No. Se hace hasta lo más inútil y de escasa duración con tal de cumplir el objetivo de vender y hacer negocio. En el fatal mundo de las ideas políticas anda por esos pagos el tema.

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