"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





sábado, 22 de noviembre de 2014

Carta del otro





Querido Fackel. Estos días he estado fuera de España. Lo cual no significa que haya estado en otro territorio aparente, es decir, alguna de esas rimbombancias nombradas Estado, reino o república. Tus hojas rojas me han venido muy bien. Han sido como una guía que me ha permitido descubrir los mundos pequeñitos pero hondos. En ellos reposo  de todo lo que acontece en el entorno. Una manera también de evitar envenenamientos innecesarios que, antes o después, arriesgan una septicemia. Sigue ofreciéndonos hojas o guijarros o riachuelos subterráneos que ayuden sobrevivir a lo necio. Visto el panorama no descarto que siga tomando como referencia tus botones de muestra y persiga dimensiones que apacigüen mi temperamento. Ya hace tiempo que me refugiaba de vez en cuando en las palabras de hombres clarividentes de este país que han escrito con sensatez  -escribir es avisar o no vale para nada- sobre sus hombres y sus quehaceres y sus días. Hay más autores avisados de los que se piensa la gente, pero pocos los siguen leyendo y todavía menos los hacen caso. Me estimulan sus opiniones emitidas en otros tiempos pero vigorosas, es decir que permanecen. Por supuesto, no siempre un texto basta para atemperar la inquietud y el desasosiego. Por eso me gusta también mirar lo elemental. Lo que es elemento en sí mismo. Por ejemplo tus hojas rojas, las ramas que se van cubriendo de orfandad, las corrientes de aire que anuncian otro clima, las piedras que, aun desgastadas, tienen entidad, las sonrisas de bondad que algunos paisanos aún esbozan y con que me obsequian. Te agradezco esas tus búsquedas menores y, si bien con ello no evito que la estupidez del entorno se aligere, ya veo que no, al menos me permite tomarme las cosas con una levedad que no me desgaste. Te paso un enlace que he pillado hoy porque en él se habla también de algo bastante de atrás, y que uno no desearía que fuera eterno. Un día de estos nos paseamos entre majuelos y catamos lo último de lo último. 




(Ilustración de El Roto hoy en El País)




5 comentarios:

  1. Els d'Alba, l'Església, i tants d'altres... Ja no hi hauria misèria al territori.
    Fulles roges de la vinya verge que pinten amb sang els murs de pedra. Tot és fugaç menys la malícia al cor dels homes.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En efecto, cuánta razón, Olga. La malicia es una larga garra en el cuerpo maltrecho del humano. Pero en los humanos de ciertas instituciones es ilimitada, cuánto horror.

      Eliminar
    2. Por cierto, he escuchado un programa de par de mañana en una emisora creíble sobre la corrupción económica de esa institución llamada Iglesia Española y de verdad es de lo más escandaloso. Un robo permanente que va a ser legalizado por el Estado en breve. Las inmatriculaciones sobre edificios, fincas, iglesias, ermitas y ¡mezquitas! de las que se ha apropiado el Episcopado históricamente. Terrible. ¡Y luego los tontos solo culpan a los políticos! ¡Vergüenza!!!!!!!

      Eliminar
  2. Cuando la inequidad y la impunidad son tan manifiestas, la indignación de los justos hasta se confunde en cuanto a la forma mejor de manifestarla. ¡Habría tanto que cambiar!
    =(

    Te dejo formalmente la invitación
    http://neogeminis.blogspot.com.ar/2014/11/tarjeta-navidena-2014.html

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No desearía perder la poca esperanza que me queda, Neo. Gracias por la invitación, aunque no soy precisamente muy navideño.

      Eliminar