"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





lunes, 9 de abril de 2012

nueve de abril tras Salgari (o los monstruos)




no aparecía dentro de la casa; al fin su perfil se mostró y le encontré sentado en el porche, envuelto en el rocío, mirando la boira que aislaba la altura de los montes; verle así me ha transmitido escalofríos, pero a él no parece importarle; esto es peligrosamente sano, me ha dicho; o te depuras o te sumerges; y ha continuado: esta noche he tenido un sueño de niño; me encontraba en Mompracem, y para llegar tuve que hacer una travesía agitada; ¿Salgari a estas alturas de tu subconsciente?, le digo; precisamente por eso, el subconsciente repone lo que creías abandonado para siempre; pero ahora no pensaba en el sueño, pensaba en un libro póstumo suyo, Mis Memorias, que es tan póstumo tan póstumo que ni siquiera es suyo; pensaba en que el paradigma Don Quijote aparecía en él con una interpretación liviana, pero no menos interesante; y hasta concluyente en ciertos aspectos; se incorpora y avanzamos los dos hasta su biblioteca; ayer hojeé el destartalado libro que no sé cómo llegó a mis manos; sabes lo que significa el hombre de La Mancha para mí, pero me gusta saber cómo lo ven los demás; escucha esto:

“…no conocía siquiera la existencia del inmortal héroe de la locura generosa. Más tarde me convencí de que el viejo y buen maestro de escuela tenía en parte razón. Un poco de la enfermedad de don Quijote se incuba en el alma de todos los que aman las aventuras y que son arrastrados a combatir contra los molinos de viento y los odiosos monstruos de la realidad.

Pero, ¿es una enfermedad, de la cual se deba uno curar por completo? No lo sé. Todavía hoy, después de haber dado, sin ningún provecho material, varias veces la vuelta alrededor del mundo, impulsado por la ilusión de descubrir siempre alguna cosa y de salvar a alguien, todavía hoy pienso que un poco de donquijotismo no hace daño a la humanidad.

Después de todo, cuanto es bello, noble y generoso; acaso cuanto es verdaderamente espiritual y humano en la vida, tiene por impulso secreto la locura que lanzó al pobre hidalgo a combatir, débil y escuálido, contra tanto fingido gigante con el vientre lleno. Sí, es verdad, combatir a los fingidos gigantes es tonto: la gente seria se ríe de ello, pero yo pienso también que combatir a los monstruos es una gimnasia útil, porque nos prepara para luchar contra los monstruos verdaderos, y cuando llega la ocasión nos encontramos en condiciones de poder darles una buena paliza.”

¿ves?, el escritor bebe de la retórica de la exaltación de la belleza y la generosidad, pero eso no me interesa tanto; combatir a los monstruos, ésa es la clave; aquel profesor que años después del harakiri de Salgari escribió por encargo de sus hijos Mis memorias extraía su particular epílogo moral sobre la aventura ¿espiritual? de Don Quijote; pero, ¿no hemos estado toda la vida preparándonos a luchar contra los monstruos?; ¿tal vez nos venían ganando la partida porque se disfrazaban de molinos, pastores o arrieros?; cada vez siento más en mi nuca el respirar de los monstruos; y me pregunto si nosotros mismos no nos habremos metamorfoseado en ellos; al borde de una nueva ocasión, los monstruos se nos ofrecen lo menos claro que nos hubiéramos podido imaginar; todo es difuso para el futuro, pero juegan con nuestro proceder anterior; nos ven sujetos a una manera de aceptar la vida que nos desarma; acaso la gimnasia se acabó, pero ¿estamos en condiciones de afrontar sus manifestaciones tan imponentes como injustas? 


6 comentarios:

  1. http://www.youtube.com/watch?v=mpNHqvOFLb4

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  2. quizás uno no quiera ni prepararse, ni pelear contra los monstruos, pero ¿que alternativa tenemos de no hacerlo?
    los monstruos atacan y uno se defiende, amigo
    saludos

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  3. Vaya, MJ, toca melódica, me la apunto. Gracias.

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  4. Omar, tal cual dices. Pero siempre nos toca a la defensiva. Y combate desigual, sospecho.

    Salud.

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  5. He aprendido más con el Quijote que con cualquier otro libro de filosofía,porque la filosofia del Quijote es la de ir por casa, la de la calle, la que no necesita más meditación que la realidad de sus ejemplos en la práctica.

    Los monstruos del Quijote siguen vivos, nos acechan, nos destruyen. Para conbatirlos hay que enfrentarse a ellos sin miedo.

    Un saludo.
    Sigo en mi bloc, me habeís animado.

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  6. Se aprende del Quijote, ya lo creo. Domina la experiencia, pero también la capacidad de creación literaria. Una de ls formas más sofisticadas del pensamiento humano. Para mí es una fuente inagotable.

    Me alegro que continues en la brecha. Me costaba aceptarlo. Un abrazo.

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