"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





miércoles, 19 de enero de 2011

El kamikaze esteta


"...La escenificación final de nuestro jefe Yukio en Ichigaya no fue la única. Pero sí la que le llevaría a la consagración definitiva. Lo descubrimos tras su muerte. Obsesionado por el Bushido, como todos los que le seguimos en aquella aventura descabellada, su imagen final no fue sino la gran puesta en escena de las ficciones que él había vivido anteriormente.

Unas fotografías suyas nos descubrieron que había interpretado el papel de uno de los santos del cristianismo más espectaculares. Un individuo que se exhibía en su propia agonía, manifestando un desafío no tanto a sus perseguidores como al sufrimiento. Alguien que contemplaba su propio sacrificio con una especie de deleite inexplicable y extraño. Los que no habíamos oído hablar nunca del soldado romano que se dejó contagiar por la fe de moda en su tiempo no entendíamos bien la representación de Yukio. Sólo cuando algunos miembros de la secta occidental nos explicaron lo del martirio del romano, mostrándonos imágenes de diversas épocas, comprendimos que aquel mártir antiguo debió ser un personaje con dotes de actor.

También nos dimos cuenta, o tal vez ya lo habíamos observado pero no queríamos hablar de ello obnubilados como estábamos en su juego, de que Mishima llevaba un actor dentro y también un hombre que no lograba sentirse a gusto dentro de sí y que le torturaba. Acaso por ello necesitaba puestas en escena que obraran purificadoramente sobre su alma ardiente.

Ni él ni nosotros podíamos escapar a la cada vez más influyente cultura occidental, tras el desastre del Imperio del Sol. Pero ahora, cuando tanto tiempo ha pasado, vamos comprendiendo que un hombre no representa lo que hay fuera de él por simple capricho. Ni por imitación, ni por emulación alguna. Los hombres que representan en la ficción papeles que el destino les tiene reservados a otros en la realidad lo hacen porque necesitan ratificarse sobre su propio pasado insalvable.


No conocí a Yukio de joven, evidentemente, pero algunos familiares que sobrevivieron a las miserias de la guerra me contaron que era un adolescente enclenque e inquieto. En qué momento empezó a representar su papel y a ejercer otro rostro, no podré saberlo nunca. Tampoco le llegué a tratar sino en la etapa final de sus devaneos y sus propuestas épicas. De no haber escrito vertiginosamente durante años, Yukio hubiera sido otro, sin lugar a dudas. Pero no sabremos jamás si mejor o peor, si más satisfecho o más hambriento con su existencia..."



( Relato apócrifo de Haru Oshio, superviviente del grupo de los Tatenokai. Fotografías representando a Yukio Mishima como San Sebastián)





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