"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





domingo, 28 de junio de 2009

De trampantojos

trampantojo.
(De trampa ante ojo).

1. m. coloq. Trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es.

Esta definición, probablemente bastante desconocida, que da la RAE, sobre un término, seguramente bastante ignorado hoy día, siempre me entusiasmó por sus variantes conceptuales. Miento. Lo primero que me gusta es el vocablo. Exige un esfuerzo especial para pronunciarlo. Y emite un sonido moderado de percusión. Más. Grandilocuencia. Más. Expectación. Más todavía. Esta palabra acontece en una fusión. ¿No es maravillosa la capacidad de la lengua castellana para fundir y refundir palabras? Lo siento, lo reconozco, lo confieso. Pero no mea culpa. Sin hacer de menos a ningún idioma, pero me siento un entusiasta de la lengua castellana. Inseguro a veces, no siempre fiel, pero por ignorancia no por mala voluntad. Iba a decir que incluso un patriota, pero ¿puede y debe uno ser un patriota de la lengua propia? ¿O acaso una matriota, puesto que la lengua es madre, aunque la palabreja no se admita? Acaso, aunque sin banderas ordinarias ni de colores políticos ni doctrinarios,por favor. O en todo caso, con los colores de las letras, que de por sí ya son iluminadores, representativos y permisivos. No hago colonialismo alguno de este afán por utilizar la lengua. Sé que incluso la traiciono, pues me gusta jugar demasiado con ella y digo barbaridades que no gustarían a los doctores de la RAE. Pero reconozco que la capacidad de síntesis, de ahorro lingüístico, de matiz que nos proporciona la lengua castellana es un tesoro. Y algunos la ignoran. Ahí tenemos la letra ñ como un nuevo grafismo que en su tiempo revolucionó el alfabeto. Por no remontarnos más atrás. Por esa misma razón, me enrabieta ver cómo se usan giros innecesarios y redundantes tales como al día de hoy cuando con decir hoy ya es suficiente.


Salvado este desahogo particular, vuelvo al trampantojo. ¿Quién no se ha fijado alguna vez en esas fachadas de edificios donde se simulan ventanas inexistentes? ¿Quién no ha visto un gran telón cubriendo una fachada en obras representando los balcones o la portada artística que se está limpiando detrás? Un paseo por nuestras ciudades descubre siempre un trampantojo fijo, sobre todo en edificios antiguos, y alguna variante de trampantojos provisionales que desaparecerán tan pronto el objeto de ocultamiento quede listo para su visión definitiva. Los trampantojos integrados en las fachadas o medianerías de las casas van desapareciendo a medida que el edificio se hace viejo y se especula con él. Los trampantojos circunstanciales y en tela seguirán existiendo, pero nada que ver con el carácter firme de los tradicionales. Podríamos decir incluso que trampantojo trampantojo sólo existe uno: el integrado. Ése es el que verdaderamente engaña al ojo. Al que el ojo cuesta reconocer como elemento falso. De los trampantojos provisionales se advierte enseguida que no son sino una decoración, un telón teatral que obra como apaño para dulcificar un hueco o una fachada huérfana.


Por extensión, la palabra trampantojo podría utilizarse para otras actitudes o comportamientos que no son de edificios de arquitectura. Son aquellos que cada vez tienen más aceptación entre los deteriorados edificios humanos, bien por sus quiebras físicas o de autoestima o de desentendimiento. La cirugía estética de los cuerpos, la publicidad, la demagogia de los políticos, los sucedáneos del amor, las reductoras doctrinas eclesiásticas...Todo ello, ¿para qué? Se pretende que para afrontar las deficiencias propias de cada individuo o estamento. Pero, de hecho, no son sino un rasgo de ocultación, por interés económico o de influencia o de desafección. Cuesta mirar la vida en directo y de frente. Yo me quedo con la trampa que engaña a mi ojo de verdad. Cualquier parecido con la realidad puede o no ser coincidencia. Las cosas no son lo que parecen, jamás. Están en otro plano, siempre. Pero, ¿si yo fuera Magritte diría aquello de c’est n’est pas un trampantojo?

2 comentarios:

  1. Oye, Fackel, que esos trampantojos son preciosos, ya nos dirás por dónde andan.

    Abrazos.

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  2. Por las paredes de nuestras ciudades, hermano Juanjo, jaj.

    Salud.

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