"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





miércoles, 30 de abril de 2008

Carencia


Amigo DM, el destino pone muertos todos los días de nuestra vida a nuestro lado, unas veces los vemos, otras los vemos y hacemos como que no, otras no aceptamos que están muertos, en fin, no es la muerte lo aflictivo, sino la demencia que anticipa gratuitamente la muerte de los hombres, ese trapasar el borde de cualquier límite físico, la necedad de no palpar nuestras posibilidades, el silencio de las cobardías, la enajenación abyecta de nuestros abandonos e ignorancias, el miedo a dar los pasos que cambien nuestras abulias, la renuncia a nuestra propia resistencia, acaso todo se vuelve más líquido con la muerte de un hombre, todo más inseguro, la muerte es la incapacidad, la propia y la ajena, la individual y la tribal, la de las religiones y la de los Estados, y siempre preguntando como aquel viejo film...mort où est ta victoire?, sin saber muy bien si la victoria o la derrota forman parte de la vida de los hombres o de su ficción épica o si sólo es la ensoñación del azar que nos produce, pero más allá del accidente ¿de qué nos habla la muerte?, la muerte nos habla de la sorpresa, de la luz perdida, de la palabra ausente, de la disolución de la memoria, y luego la muerte ya no nos habla, la muerte nos ignora, la muerte nos desprecia, es nuestra ignorancia definitiva, la indefensión por excelencia, la privación del sueño, pero ¿quién dijo que era el retorno y a dónde?, nada retorna, nadie vuelve ni siquiera al primer instante de la fecundación originaria, porque no hay repetición de la jugada entre las ondas del fluir, no hay realidad en los conceptos sacros de la abstracción, ese punto en que dejamos de significar, y esta vez el azar nos ha ofrecido tu sacrificio, y exalta a nuestros ojos tu propia visión, mientras escuchas en tu plenitud de la carencia aquellos versos de tu estimado Octavio Paz...

Me vi al cerrar los ojos
Espacio, espacio
Donde estoy y no estoy.


(Ah, mil gracias por aquel libro fabuloso que me trajiste de Méjico sobre la obra del grabador José Guadalupe Posada, y ¿sabes?, su juego de la oca lo tengo enmarcado definitivamente, pero ¿por qué tuviste que echar mal los dados y caer en el pozo?)

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